El domingo 26 de mayo hay elecciones europeas, autonómicas y municipales, acaso radicalmente diferentes de las pasadas elecciones del 28 de abril. Los electores somos aproximadamente los mismos, pero la partida que jugamos es nueva en cada elección. Ahora, los protagonistas son mucho más cercanos a nosotros, conocemos sus rostros, sabemos de su gestión realizada y, por tanto, contamos con muchos más datos a la hora de elegirles, sobre todo, en las municipales. En cambio, el Parlamento Europeo nos coge más lejos. Quizás, por eso, los obispos europeos de la Comece (Comisión de los Episcopados de la Comisión Europea) han invitado ya a los creyentes y a las personas de buena voluntad a participar, teniendo presentes los principales retos e incertidumbres a que se enfrenta la Unión Europea: la digitalización, una verdadera mutación que tiene un impacto en el futuro laboral, la protección de datos personales, los múltiples usos de la inteligencia artificial; la demografía, que tanto afecta a la natalidad como al envejecimiento; y la migración, que busca soluciones efectivas a la avalancha de personas jugándose la vida por los mares, buscando asilo y solidaridad. De ahí que los obispos europeos hayan tomado la iniciativa, ya que es fundamental la centralidad de la persona humana y el desarrollo humano integral de personas y comunidades. Votar en estas elecciones significa también asumir la responsabilidad del papel único de Europa a nivel mundial. «Europa es grande, dicen los obispos, pero el bien común es más grande que Europa. Los resultados electorales afectarán a decisiones que atañen a la totalidad de la humanidad». Luego, las municipales. Las campañas de los partidos, ya lo sabemos, se orientan a borrar a nuestros ojos lo que puede resultarnos antipático y magnificar lo que nos puede agradar. Se impone, por tanto, decidir racionalmente el sentido de nuestro voto. Y el método más sencillo, elegir en cada caso la lista o persona de la Unión Europea o de nuestro Ayuntamiento que mejor creamos que va a aportar la solución menos mala. Eso podría llamarse «racionalidad electoral».

* Sacerdote y periodista