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Colaboración

Manuel Muñoz Moya

Hoy canta el silencio

E n las primeras horas de este tórrido sábado se ha apagado la voz de una de las más grandes intérpretes de ópera y, sin duda, la más grande de entre quienes, aún vivas, reinaron un día en los escenarios.

Se ha ido una cantante inmensa, con repertorio enorme -de Verdi a Mozart, de Donizetti a Strauss, de Rossini a Wagner- que interpretaba de modo siempre admirable. Dio vida tanto a los personajes más fuertes como a los más sensibles y delicados, siendo así, y eso lo dice todo, Turandot y Liú, Salomé y Doña Elvira, Lucrezia y Mimí, siempre de las más admiradas.

Exquisita artista, contribuyó a la gloria de quienes cantaron con ella siempre que estuvieran al menos «casi a su altura» y a que empalidecieran los méritos de otros incluso muy próximos y queridos.

Con voz incomparable, obtenía los más bellos sonidos de la misma. Tenía una voz no especialmente grande ni extensa, pero capaz de emitir las notas más puras y de interpretar papeles absolutamente distintos e incluso contrapuestos.

Su fiato era inmenso y sus filados eternos, pasando del forte al pianísimo sin perder ni un ápice de afinación y color. Con un instrumento divino, también poseía una técnica excepcional, siendo una «Norma» irrepetible -«milagro musical» para los italianos- , como Ermione y Salomé fuera de serie. Con una línea de canto admirable, emocionaba por su dulzura.

Los cordobeses recordarán aquél recital en la Mezquita, única presencia en nuestra ciudad que yo sepa, en que inundó de los sonidos más bellos cada uno de los rincones del templo catedralicio. Un suceso gozoso, como lo fue, después, verla con Freddie Mercury, artista también grande aunque distinto.

Hoy el mundo ha perdido una cantante única. Una voz portentosa que no acepta el silencio. Por eso, hoy, mientras a la Caballé la aguardan a las puertas de un escenario de plata, la Malibrán, la Viardot, la Bori, la Patti, la Galvany y la Arana, entre las españolas que la precedieron en esto de la gloria, el silencio canta. Ese silencio atronador que muchas veces nos envuelve y que no puede tolerar que, para siempre, hayan cesado los más bellos sonidos que pudieron oírse.

Por eso hoy, aunque sea por un día, canta el silencio. No canta ya la gran Montserrat, la Caballé famosa; hoy, sólo un día y mientras la diva debuta en el cielo, lo hace en su memoria el silencio.

* Presidente de los Amigos de la Ópera de Córdoba

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