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CARTAS AL DIRECTOR / POLÍTICA

Los acosos a Doña Cristina

Cuando las sentencias judiciales tocan asuntos ordinarios e incluso groseros de la vida callejera, suscitan profundas emociones y hasta sirven para sacar a la luz ocultos misterios. Como ha sucedido con una reciente del Tribunal Supremo, al establecer que cualquier tocamiento no consentido con intención sexual debe ser penado como un delito de abuso, y no de coacciones. Esto ha provocado tal alegría en el colectivo feminista, que una de sus más encendidas voceras, la inefable Cristina Almeida, enseguida fue interpelada para salir a la palestra y pronunciarse al respecto, declarando que «Yo tengo derecho a mi cuerpo..., a ir tranquilamente...»; y aclarando que -sin que eso quiera decir que es una puritana- solo ella es la dueña de su «culete». Al margen de la manifiesta humildad demostrada por doña Cristina respecto a las dimensiones de su posterior anatomía y aclararnos que sólo ella es su legítima propietaria, como ya con ocasión de otro debate sobre los piropos doña Cristina manifestó su rechazo, porque a ella le gustaba ir tranquila por la calle, se confirma la abundancia de pervertidos que se mueven por nuestras ciudades, cuando mujeres como ella son objeto de un constante acoso.

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