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TRIBUNA ABIERTA

Ricardo Crespo

Corrupto capital

A medida que se tira de la manta, más corrupción aparece

¡Los políticos nos roban!: he aquí el grito que recorre esta piel de toro y hace tambalearse sus cimientos democráticos, pues a medida que los fiscales acusan y la policía judicial aporta pruebas y los banquillos se llenan de investigados y los jueces condenan; a medida que más se afirma que la justicia funciona, que la ley es igual para todos, que vivimos en un Estado de derecho, más se hace evidente la magnitud del expolio, el escándalo ensordece y aumenta la desconfianza hacia los partidos políticos y la desafección a la clase política. O sea, a medida que más se tira de la manta, más corrupción aparece y el esfuerzo mismo de la justicia revela la naturaleza del sistema capitalista que se trata de defender. Tremenda paradoja. Y no parece ya posible hablar de casos puntuales o conductas individuales pervertidas, cuando se tiene la impresión de que solo es cuestión de tiempo para que ese político que creíamos honrado se revele como corrupto. Ni deberíamos apelar a la "condición humana”, que es la ultima ratio exculpatoria, porque eso es poner en entredicho nuestra propia condición. Sin embargo, de seguro que hay políticos y ciudadanos honrados.

Dicho esto, habría que hacer resaltar el otro término del binomio de la corrupción, porque no hay corrupto sin corruptor en esta degeneración de la vida pública que nos avergüenza. La codicia y el afán de lucro del político corrupto no funcionaría si no hubiera otro agente social que lo hiciera posible y este es el capital, sobre todo del gran capital financiero y corporativo. La compra del político --y del partido político por extensión-- es la esencia de este proceso de corrupción que acaba contaminando la democracia y legislando para los amos del mundo. ¿O es que acaso la financiación irregular de un partido no es producto de un privilegio a cambio de un beneficio? ¿O es que acaso no se obtienen así fondos en una desleal competencia electoral para alcanzar el poder y devolver el favor al donante? O, por poner un ejemplo nuclear, la Ley laboral, con sus contratos basura, su despido baratito, el mismo desempleo masivo, etc., ¿a quiénes benefician? Las privatizaciones, las subvenciones, la desgravación de impuestos, las amnistías fiscales, el rescate a la banca, las puertas giratorias, los indultos, las políticas de ajuste, ¿qué son? ¿Qué es la reciente decisión del Tribunal Supremo, si no un regate al derecho de huelga? Las aportaciones económicas que grandes empresas ofrecen a los partidos políticos a cambio de contratos públicos, esas comisiones que tanto escándalo causan cuando salen a la luz y están en la mente de todos (el PP se lleva la palma de oro) es la punta del iceberg: debajo todo un tinglado legal hace posible la corrupción. ¿Cómo, si no, se han ampliado en la misma crisis las desigualdades de renta y la brecha social, en vez de que el Estado trate de proteger a los estratos más débiles? Existen empresarios honrados, sin duda. Pero el político corrupto se nutre de las empresas corruptas y viceversa y esa simbiosis produce un monstruo. Luchar contra ese monstruo bicéfalo es defender la democracia y establecer la verdadera justicia.

* Comentarista político

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