Hace algo más de dos años compré una edición bilingüe (y completa) de Hojas de hierba (Galaxia Gutenberg), la obra de Walt Whitman, cuya traducción e introducción corre a cargo de Eduardo Moga. Al llegar a casa, como suele ser mi costumbre, decidí ojearlo, y el azar me condujo hacia el poema titulado Spain, 1873-74, cuyo contenido era un saludo a la Primera República española, y cuyos primeros versos dicen: «De entre funestos nubarrones,/ de entre las ruinas del feudalismo y los osarios de los reyes,/ de entre los escombros de la vieja Europa, de las mistificaciones hechas pedazos,/ de las catedrales desmoronadas, los palacios derruidos, las tumbas de los sacerdotes,/ asoman los rasgos lozanos, nítidos de la Libertad: asoma el mismo rostro inmortal...». En la segunda parte del poema establece una analogía con los Estados Unidos, quizás porque Whitman tomó como referencia el periodo en que, desde junio de 1873, España inició el frustrado camino hacia la constitución de una República federal. Si traigo a colación este poema es porque el pasado sábado, 11 de febrero, se cumplía el aniversario de la proclamación de la Primera República, tras la abdicación de Amadeo de Saboya.

El régimen republicano nació de la decisión de las Cortes, y sin duda es un acontecimiento significativo de nuestra historia, lo cual no significa que los partidos políticos se den por enterados y en sus actos públicos hagan referencia a ello. Quizás esto no sea sino una prueba más de la escasa consideración hacia la Historia, a pesar de que a algunos se les llene la boca de evocaciones de nuestro pasado. Porque el último sábado ha habido congresos en los que se ha tratado acerca de la realidad española, pero en los discursos e intervenciones no ha aparecido aquel régimen, ¿tan lejano?, de 1873. Doy por descontado que en el Partido Popular no iban recordar esa fecha, puesto que su memoria es tan flaca que ni siquiera han tenido presentes los episodios de corrupción que afectan a su partido y que han sido puestos en evidencia por los tribunales en el caso de la financiación del PP por parte de la trama Gürtel en Valencia. Pero tampoco los izquierdistas de Podemos se han acordado en ninguno de sus discursos, no sé si es porque les queda muy lejos, ya que están centrados en las críticas a la Transición. Sin embargo en el discurso final de Pablo Iglesias he visto que no tiene ningún problema en criticar a los partidos «de la Restauración», en lo que supongo que debe ser una analogía entre la alternancia en el poder entre UCD, PSOE y PP y el turno entre conservadores y progresistas, es decir, la insistencia en una comparación errónea desde el punto de vista del análisis histórico, pero de la que parece imposible hacer bajar a quien reclamó por encima de todo «humildad», una virtud que se caracteriza por tener conocimiento de las propias limitaciones, aunque me temo que eso nunca lo aceptará un ególatra como Pablo Iglesias. Además de estos congresos, el PSOE convocó el sábado un supuesto encuentro de representantes municipales del partido con el lema: «Ayuntamientos socialistas. Comprometidos con la gente», y digo supuesto porque en realidad se trató de un acto ad maiorem gloriam de Susana Díaz, la cual tampoco se acordó del 11 de febrero de 1873, y en cuya intervención, como han destacado todos los medios de comunicación, lo único que dejó claro es que le gusta ganar.

Todos han olvidado la elegancia de aquellas Cortes al proclamar la República, sin atacar a Amadeo I, a quien le expresaron «muestras de respeto, de lealtad, de consideración, porque V.M. se lo merece», y le dijeron que no le podrían ofrecer una Corona en el futuro, pero sí «otra dignidad, la dignidad de ciudadano en el seno de un pueblo independiente y libre». Ojalá nos ofrecieran eso a nosotros hoy.

* Historiador