Días atrás tuvo lugar en el Salón Liceo del Real Círculo de la Amistad un emotivo homenaje al periodista y escritor Francisco Solano Márquez. Estaba auspiciado por la Asociación Amigos de Córdoba (que le entregaba su insignia de oro en reconocimiento a su dilatada trayectoria profesional) y secundado por varias entidades de la ciudad, de los ámbitos del periodismo y la cultura principalmente. Como bien se puso de manifiesto por quienes tuvieron el uso de la palabra, y sobre todo por la periodista Rosa Luque en la magnífica semblanza que hizo del homenajeado, eran muchos los merecimientos de este montillano de nacimiento y cordobés de adopción para recibir el reconocimiento de una asociación que, desde su constitución en 1975, se preocupa por cuanto tiene que ver con la promoción y el progreso de Córdoba y lo cordobés.

Así pues, quisiera aprovechar esta tribuna para, en primer lugar, felicitar a los impulsores de tan noble iniciativa. Más que justa, además, por cuanto Francisco Solano Márquez ha dedicado su vida a divulgar los valores y el conocimiento de Córdoba y su provincia a través de su labor como periodista de alta graduación y en un corpus bibliográfico verdaderamente admirable. En cuanto a lo primero, la hemeroteca nos puede conducir a espléndidos reportajes en las páginas del diario CÓRDOBA en los años setenta, o también a ese periódico que fue La Voz de Córdoba que dirigió y que, ya en los años ochenta, fue un verdadero soplo de aire fresco en el panorama periodístico de aquella Córdoba que se abría a un nuevo régimen de libertades y esperanzas. Una labor bien hecha, en suma, que pronto le valió el reconocimiento sincero de sus compañeros de profesión (lo cual me parece muy significativo y digno de subrayarse), así como el respeto de los lectores.

Si nos referimos a su producción libresca, la voz de Francisco Solano es aún más contundente si cabe, con obras espléndidas que hoy nos resultan imprescindibles para adentrarnos en el alma de la ciudad. Desde aquella Guía secreta de Córdoba, surgida a mediados de los años setenta, hasta sus obras más recientes, Francisco Solano no ha dejado de bucear con rigor y precisión en la historia, la cultura y las tradiciones de una Córdoba que ama con pasión. Hombre culto, de mirada atenta, y prosa limpia y sin artificios innecesarios, es capaz de contagiarnos de ese amor incondicional, aunque no exento de sentido crítico, por esta ciudad que hizo suya desde su juventud.

Y a la que no ha dejado de servir en diversos campos. Entre ellos, también el de la gestión cultural. En efecto, para el recuerdo queda su etapa como responsable de la Obra Cultural de la ya desaparecida Caja Provincial de Ahorros, en la prometedora época en que Alfonso Castilla fue su presidente. Ciertamente, fue aquel un tiempo en el que se acometieron numerosas iniciativas en el ámbito del libro y en la promoción de la música, entre cosas. De lo primero nos hablan proyectos como el de Córdoba Capital, la más ambiciosa obra dedicada a conocer y divulgar la geografía, la historia, la cultura y la sociedad de Córdoba. Y de lo segundo, el apoyo a proyectos líricos y musicales en el Gran Teatro, o igualmente aquellas inolvidables temporadas de música de cámara en el Salón de Tobías del Palacio de Viana. Como digo, entre otras muchas cosas.

Por todo ello, Francisco Solano Márquez puede hoy mirar atrás con el orgullo y la satisfacción de saberse reconocido por una trayectoria profesional intachable, así como querido entrañablemente por cuantos hemos tenido la fortuna de tratarle. En mi caso, desde hace treinta años, cuando hice por conocerlo personalmente tras leer con fruición sus Memorias de Córdoba, una obra que me impactó y a la que todavía hoy recurro de vez en cuando para saborear lo que, mediante depurada escritura, es un formidable retrato de la Córdoba de buena parte del siglo XX. Pues bien, desde aquel primer encuentro buscado para obtener una dedicatoria que ansiaba, mi afecto y admiración por este hombre sencillo, amante de la cultura y esencialmente bueno no ha dejado de crecer. De ahí que quiera expresar ahora mi alegría por este reconocimiento, el cual debiera ser preludio del que, en mi opinión, le debe la ciudad en su conjunto. Felicidades.

* Catedrático y concejal del Ayuntamiento de Córdoba