El espíritu navideño, ese gran misterio y milagro de la fe, no sOlo debe ser espíritu, sino participación. La Navidad es una fiesta religiosa en la que hay que participar. Es la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret según la tradición cristiana. Es una fiesta de siglos y siglos que se ha transmitido de generación en generación a través de los tiempos. Una fiesta que, con el progreso, yo diría más bien con el progresismo, la estamos convirtiendo en una fiesta con tintes paganos, dejando el autentico espíritu navideño en segundo plano. Es, por ello, la fiesta del consumismo, ese consumismo festivo que está dejando en segundo plano las tradiciones, olvidándonos de ellas. Y cuando un pueblo pierde sus tradiciones, está perdiendo su propia esencia, su propia dignidad, su propia identidad y su propio carácter.

Los nuevos tiempos en España, víctimas de una mala gestión política que nos dejó graves secuelas socioeconómicas, han dado lugar a un desbarajuste político tras las elecciones generales. Desbarajuste político que como no se gestione bien, con responsabilidad y sentido común, las consecuencias serán graves para todos. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Esa es la cuestión, la generosidad, y se es generoso compartiendo principios y valores que garanticen el bienestar común de todos.

La Navidad es una fiesta de unión familiar. Ojalá, la gran amalgama de familias políticas en esta nueva legislatura española, sean capaces de unir en lugar de destruir, para que la cordura se imponga al desconcierto y a la irresponsabilidad que quieren algunos. Que sea lo que el destino en su justa medida quiera, porque lo que no puede ser, no puede ser. Dejémonos guiar por el viento, pero nunca perdamos el horizonte.

Manuel León Vega

Espejo (Córdoba)