Ante el aluvión de noticias negativas de estos días, me vienen al recuerdo las palabras de quien vivió tiempos terribles. Decía Winston Churchill: soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa.

Realmente no es fácil posicionarse en los tiempos que corren. Lejos de indiferentes, tenemos que ser beligerantes con la realidad que nos toca vivir, aunque reconocemos que, no pocas veces, hay que hacer un esfuerzo para que no nos amarguen la existencia, no dejando que otros nos escriban el guión de nuestra vida. La actualidad es bipolar y predominan, en apariencia al menos, los negros sobre los claros, los enfrentamientos sobre los encuentros, las tensiones sobre las distensiones.

Basta leer cualquier diario o sintonizar alguna emisora. De un lado, las columnas de refugiados: familias enteras bajo el frío y la noche, caminando sobre nuestras conciencias y nuestras miserias, por tierra y por mar, naufragando en una Europa irreconocible que vulnera a gran escala los tratados de derechos más fundamentales. La Palestina desesperada que continúa teñida de sangre. El Estado Islámico con su avance imparable de violencia y barbarie en muchos lugares del planeta. Hasta en el Vaticano aparecen espías y corruptelas. Esto para no hablar de secesionistas catalanes, o del aumento del paro en octubre.

Sin embargo, pienso que todo no está tan mal. A pesar de todo, realmente hoy vivimos en mejores condiciones que en ningún otro momento de la historia. Pienso si nuestros mayores hace un par de generaciones hubiesen tenido lavadoras, o televisiones a color, o calefacción en invierno, o si mi abuela en el pueblo hubiese podido hablar en skype con su hija de Australia. El progreso nos ha dado más comodidades pero no más felicidad.

La botella siempre tiene dos realidades, dos caras de la misma moneda. La botella vacía nos paraliza, nos instala en la negatividad, nos bloquea y nos desanima. La botella llena nos estimula, nos empodera, nos reconoce nuestros logros, nos hace ver oportunidades donde otros ven peligros. No vivamos encerrados en una espiral sin salida. Siempre se puede hacer algo más. Dejemos el pesimismo para tiempos mejores, escribía con razón Eduardo Galeano. El pesimismo es un lujo que no nos podemos permitir. El mundo pertenece a los optimistas, los pesimistas son meros espectadores. Levanta ese ánimo, ten una mirada optimista hacia las capacidades de los demás y las mil maravillas que te rodean. Elige siempre el proyecto y el camino, y no te abones al catálogo de las excusas. Colócate en el lado de las respuestas, no de las preguntas. Disfruta lo mucho bueno que tienes y recuerda los deseos de la escritora chilena Isabel Allende: memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro.

* Abogado