Hace unas semanas ha circulado un mensaje de whatsapp acerca de un supuesto pacto del PSOE y Podemos por el que el socialista Emiliano García Page, hasta hace poco alcalde de Toledo, ha pasado a ser presidente de la Junta de Castilla La Mancha.

Al parecer, los artículos 52 y 53 de dicho pacto contienen el compromiso de prohibición de los cargos públicos a participar en actos religiosos y de llevar a cabo desde esos cargos públicos manifestaciones religiosas.

Esto ha causado no pequeño revuelo entre ciertos católicos, orgullosos de que la procesión del Corpus Christi de Toledo sea de Interés Turístico Internacional, porque entienden que tal pacto pondría en peligro la continuidad de dicha procesión, que se viene celebrando desde 1264.

Me parece que todo esto merece una reflexión serena que debería llevarnos a preguntarnos, no lo que es, sino lo que debería ser la procesión del Corpus Christi.

Partiendo de la base de que todos tenemos derecho a la libertad de religión (o a no tener ninguna, el que lo desee), se entiende que todos tenemos derecho a practicar la religión que tengamos, no solo en el ámbito privado sino en el ámbito público, siempre y cuando las manifestaciones públicas de religiosidad no contradigan el orden público. Y las procesiones lo mismo que las manifestaciones laicas organizadas no lo contradicen.

Ahora bien, la aconfesionalidad del Estado exige que desde las instituciones políticas exista una neutralidad hacia todas las confesiones, lo que quiere decir que son absolutamente inapropiados esos maridajes político--religiosos tan al uso en este país en el que los políticos son tan aficionados a coquetear con los obispos, y viceversa.

Probablemente los de Podemos son la versión moderna de "los rojos" y quizá, lo que les haya llevado a hacer firmar a García Page ese supuesto pacto sea el odio a la religión católica. Sin embargo, quiero que quede muy claro que yo, como católico, estoy totalmente de acuerdo con esos puntos del pacto, si son como los he entendido, porque suponen poner las cosas en su sitio y atajar esas mezcolanzas entre lo profano y lo sacro que, a la postre, siempre terminan perjudicando a la Iglesia, la cual es más Iglesia en la medida en que se vea purificada de toda la parafernalia política que tanto gusta a determinados eclesiásticos que piensan que la gloria de la Iglesia está en reconocimientos de Interés Turístico Internacional y otras gilipolleces al uso.

"Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Esta frase quizá la pudo pronunciar Pablo Iglesias. Pero no, la pronunció Jesucristo. A ver cuándo coño en este país nos damos cuenta de esto. Ninguna procesión del Corpus Christi va a verse perjudicada porque no asistan políticos a ella. Mejor que no vayan, sobre todo si no creen ni adoran la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. La mayor gilipollez del mundo consiste en acudir a un acto religioso por simple compromiso, sin libertad, sin amor apasionado. Que se queden en su casa o vayan mientras tanto a inaugurar algún tramo de carretera. En una procesión del Corpus Christi sobra todo aquel que no vaya única y exclusivamente a adorar a Nuestro Señor Jesucristo, presente en la Eucaristía.

Por supuesto, si a título privado, como un cristiano más, un político quiere acudir a esa procesión, es evidente que en razón de su libertad de religión, puede ir. Pero a título privado, sin toisones, bastones de mando ni demás arreos políticos; y sin ocupar ningún puesto de preferencia, sino en el último puesto, que es el que Jesucristo nos ha señalado que debemos ocupar.

No confío demasiado en los de Podemos, pero bienvenidos sean estos pactos si sirven para librarnos de uno de los males endémicos del país, el de andar siempre detrás del cura, ya sea con un cirio o con una estaca. ¿Cuando dejaremos en España de dejar de ser clericales?

* Arquitecto