Desde hace bastantes décadas a Córdoba se le considera un referente flamenco de capital importancia y para una masa importante de público la Noche Blanca del Flamenco es por ahora el último adorno de una diadema ya suficientemente rica que reafirma esta consideración universal.

Hemos de remontarnos al año 1956 con la puesta en marcha de nuestro concurso nacional, hecho trascendental para el arte flamenco que gozó de la unánime aquiescencia de instituciones, público y sobre todo de artistas flamencos, que vieron cómo se les presentaba la gran oportunidad para que sus nombres, entonces ignorados por una gran mayoría, obtuvieran el refrendo de la obtención de un premio que los sacara de su anonimato y mitigara sus sempiternas carencias económicas.

Mucho ha llovido desde entonces, desde que se puso esta primera piedra en el gran edificio que hoy nos cobija, y sus resultados no pueden ser más evidentes. Esa misma celebración que con carácter trienal viene desarrollándose desde esa mítica fecha, el Festival de los Patios Cordobeses, el Festival de la Guitarra, la Casa Museo Fosforito en la Posada del Potro, la enseñanza del flamenco en los conservatorios, las programaciones del Gran Teatro y del Góngora, la proliferación de peñas flamencas, la cátedra de Flamencología de la UCO... y, sobre todo, la pujanza de nuestra juventud flamenca, son elocuentes ejemplos de aquel big-bang de 1956 que hace siete años lanzó al universo flamenco una nueva estrella que con el nombre de Noche Blanca viene convocando a las masas que así tienen la formidable justificación para abarrotar plazas, calles, establecimientos hosteleros y escenarios al aire libre.

¿Contribuye este acontecimiento masivo a impulsar la imagen cultural de Córdoba? Creemos que esta pretensión no puede ser la filosofía que animó a sus organizadores, puesto que la cultura, y este arte lo es con mayúsculas, ha de someterse a un proceso de lenta asimilación hasta llegar a la divina degustación que su propia esencialidad plantea. No obstante, hay que reconocer que cuando la calidad flamenca es evidente y el lugar elegido reúne óptimas condiciones para su adecuada degustación, pueden ser muchos los que se sumen a ese número cada vez mayor de aficionados, ya que sus vibraciones, ya sean en La Corredera o en Las Tendillas, llegan a personas y gentes muy diferentes, siempre que estén dotados de una adecuada capacidad receptiva.

La Noche Blanca nació con la pretensión de potenciar la imagen de Córdoba de cara a la frustrada capitalidad cultural. Después de aquel fiasco, ha continuado celebrándose con un claro protagonismo de las figuras flamencas del momento, cuyo poder de convocatoria no plantea la menor duda. Solo hay que echar un vistazo y calcular por encima el importante esfuerzo económico que comporta su contratación.

Por todo ello, la filosofía que anima este evento radica en utilizar el hecho flamenco como seguro reclamo para que los cordobeses nos echemos a la calle, y para que los que nos visitan tengan la oportunidad de conocer, aunque sea mediante la fugacidad de un día y una noche, la belleza de la ciudad en ese deambular de un escenario a otro sin estar radicado en ninguno y ser partícipe activo de esta fiesta de masas en la que la imagen de Córdoba y su consiguiente repercusión económica se incrementaría de forma notable si su estancia se prolongara más allá de la algarabía de esta histriónica noche, que tiene voluntad de seguir aglutinando masas con el siempre sugerente atractivo de una de nuestras más elocuentes señas de identidad.

* Crítico flamenco