Ha muerto Gabriel García Márquez, ese maravilloso escritor colombiano con cara de gitano y ojos de niño que nos ha dejado obras tales como Cien años de soledad , donde se recrea, entre el mito y la hipérbole, la realidad latinoamericana. De los Encuentros de Escritores en Valparaíso (1958 y 1960), organizados por el poeta chileno Gonzalo Rojas, nació aquella preocupación por la problemática política y cultural del continente y la intención de universalizarlas, en unos momentos de descolonización del Tercer Mundo. La Casa de las Américas fue el eje central de lo que, más frívolamente, se dio en llamar el "boom latinoamericano" y que García Márquez llegó a repudiar, aunque siempre fue fiel a la revolución cubana.

Ahora ha muerto y en su memoria he releído el discurso que pronunció en Estocolmo cuando le otorgaron el Premio Nobel en 1982 y en donde demuestra cómo la realidad social y política de Latinoamérica es tan asombrosa y exagerada, tan brutal, que parece inventada o fabulada. Y parece inventada para nosotros precisamente porque los europeos hemos olvidado nuestra propia historia de descabelladas acciones y brutales atropellos. García Márquez nos recuerda en ese discurso algunos hechos muy reales acaecidos en Europa que, de verlos escritos en libro como novela, se nos antojarían fantasiosos.

No recuerda más García Márquez. Al final de su discurso nos dirige la mirada, no hacia el pasado, sino hacia el presente y futuro de nuestras sociedades y nos apunta el hecho de que esa posibilidad del fin del hombre, que se negaba a admitir su maestro Faulker, es una posibilidad científica al alcance del hombre alienado de la condición humana. Hoy la amenaza nuclear aparece solapada por la ecológica, pero ambas, que pueden parecer ciencia-ficción, conviven con nosotros como atentados potenciales contra los derechos del hombre.

Pero la queja contra la violación de los derechos del hombre planteada por el escritor García Márquez en su discurso del Nobel es más profunda. Si existen crímenes sin cuento en guerras injustas, si se practican torturas fantásticas y brutales, si millones de niños mueren por desnutrición mientras algunos privilegiados gozan de placeres descomunales y absurdos, si en un futuro toda la humanidad puede desaparecer, es porque el hombre ha sido radicalmente abandonado a un materialismo feroz e insolidario. Toda la historia del hombre desemboca en una negación de la vida, toda la creación se proyecta hacia la destrucción. De aquí que García Márquez acabe pidiendo una segunda oportunidad sobre la tierra, que no creamos deba darse solo a los pueblos condenados a cien años de soledad sino a toda la especie humana. Es el hombre integral lo que está por inventar, usando la fantasía. Márquez nos ayudó a imaginarlo. Descanse en paz.

* Comentarista político