El año 2011 fue un desastre para los españoles: se cerró con el menor nivel de trabajadores afiliados a la Seguridad Social (17,2 millones) y el mayor número de parados registrados (4,4 millones) de todos los años de esta crisis. Desgraciadamente, el paro ha continuado su subida, sin límite posible. Pero, curiosamente, o mejor, milagrosamente, muchos españoles se volvieron más generosos que nunca con las grandes organizaciones católicas de solidaridad: Cáritas, Manos Unidas, y hasta el Domund, que no se las prometía muy felices, ha subido la aportación generosa de los creyentes. Cáritas está atendiendo el doble de personas que antes de la crisis. Todo esto se llama "crecerse ante la crisis". Se ha disparado la alerta social, y a la par, una disposición a ayudar. Una cierta obligación moral a compartir. Cuando alguien pierde su trabajo, generalmente sin que lo pida, se teje a su alrededor una red de información, de protección y de ayuda. La periodista Olga Ruiz lo sintetizaba magistralmente en estas líneas: "Los abuelos acogen, en vez de ser acogidos; los hermanos prestan un dinero que no les sobra; los amigos tiran de agenda y hasta los amigos de los amigos le dedican unos minutos a esa mail que acaban de recibir donde se les pide un nombre, un teléfono, una información". Estamos rozando los cinco millones ochocientos mil parados, el agua nos llega al cuello, la crisis no hay forma de pararla y, sin embargo, puede que todo esto nos lleve a recuperar la decencia, a sentirnos, quizás por ser más pobres, más solidarios. Ahora que la crisis está barriendo una buena sarta de mentiras es el momento de mirarse a la cara y preguntarse: "¿Qué es el ser humano? ¿Una "cosa" más entre las cosas o una criatura misteriosa que se hace preguntas, en constante equilibrio sobre sus inquietudes? ¿Por qué mundo optamos, por el de la codicia o por el de la compasión y el amor?".

* Sacerdote y periodista