La política económica que estamos sufriendo, y la que vamos a sufrir en los próximos años gane quien gane las próximas elecciones, tiene dos líneas esenciales que, en expresión de Fuentes Quintana, se podrían llamar "de ajuste" y "de reforma".

Las políticas de ajuste son aquellas que tienen como objetivo reducir la capacidad productiva o acompasar precios para adaptarlos a las nuevas condiciones económicas. Así, cuando decimos que una empresa o una administración pública se ajusta, lo que estamos diciendo, normalmente, es que reduce producción, cambia su estructura de precios, modifica condiciones laborales y/o reestructura plantilla. Del ajuste de las empresas en un sector depende el ajuste global del sector. Del ajuste de cada uno de los sectores depende la estructura sectorial de una economía, lo que condiciona sus posibilidades de crecimiento.

La necesidad de realizar ajustes en la economía española era evidente desde antes de la crisis. Teníamos un sector de la construcción excesivo con una capacidad productiva de casi 800.000 viviendas anuales y baja productividad. Como teníamos un sector financiero también excesivo, pues éramos el país desarrollado grande con más oficinas bancarias por 1.000 habitantes. De igual forma, nos estábamos dando un sector público excesivo, no tanto en servicios básicos de sanidad, educación o atención social, como de estructura político-administrativa. Y, junto a esto, tenemos un débil sector industrial, un mal regulado sector energético y un decadente sector agrario. A todo esto, el tamaño relativo de las empresas e instituciones, así como el funcionamiento de los mercados en cada uno de estos sectores, determinaba un bajo crecimiento de la productividad, una formación de precios inflacionaria y, en no pocos casos, una concentración territorial poco adecuada. La carencia de políticas sectoriales, la cesión de competencias a las comunidades y una pésima gestión, como la del ministro Sebastián, han sido los causantes de este caos sectorial.

Por su parte, la necesidad del ajuste de las administraciones públicas, que empezó con la bajada del sueldo de los funcionarios y la congelación de las pensiones, es también evidente. Y el indicador clave es el déficit de todas ellas. Hoy todas las administraciones públicas están despidiendo interinos o reduciendo sus pagos. El Gobierno central ajusta los presupuestos de defensa y pensiones, mientras que las comunidades autónomas ajustan en sanidad y educación y los ayuntamientos en todas sus actividades.

La necesidad de una política de ajustes general es, pues, indudable. Lo que no se está diciendo es cómo hacerla, pues una política de ajustes se puede hacer de una forma relativamente ordenada, pensando en el futuro, o, como se está haciendo ahora, desordenada y caóticamente, de lo que resultará una composición sectorial e institucional que lastrará nuestro crecimiento a largo plazo. Y dos botones de muestra son suficientes para sostener lo que digo. En el sector financiero se está produciendo una concentración de tal forma que dos o tres entidades tendrán el control del mercado: la suma del Santander más BBVA es casi tanto como el resto de entidades por activos. Esto, que puede parecer ahora lógico, tendrá para el futuro unas implicaciones que habría que pensar. ¿Sería bueno tener en España entidades financieras tan grandes que la quiebra de una de ellas suponga la quiebra del país? ¿Sería bueno tener tal concentración de poder económico que se derive en político? Si las dos respuestas son que no, el ajuste bancario que tendría que hacerse no es, desde luego, el que se está haciendo. De la misma forma, ¿es en educación donde han de hacerse los recortes en el gasto de las administraciones? ¿Queremos condicionar el crecimiento futuro reduciendo la inversión en capital humano? Si las dos respuestas son también que no, me temo que el ajuste que se está haciendo no es el adecuado.

Que hay que ajustar está claro, el problema es que nuestros políticos no son conscientes de dónde, ni cómo hacerlo. Y ser inconscientes en este tema nos puede costar demasiado para nuestro futuro.

* Profesor de Política Económica. ETEA