Se han apagado las lumbreras en el firmamento de Córdoba, sometida la ciudad a los signos y a los tiempos; a los días y a las noches. Su tierra ha quedado árida y ya no podrá producir saludables pastos y árboles frutales. Ahora el Banco de España nos dirá "lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías delante de mi vista", para que la tierra árida quede diáfana. ¿Cómo habéis hecho crecer tantos espinos si la tierra era buena? Arrancad los matorrales espesos de la avaricia que luego yo venderé Cajasur al mejor postor para de nuevo hacer fértil vuestra tierra esquilmada.

La tierra de Córdoba se ha tornado triste porque sus espinos sofocaron la sabiduría. Cajasur ya no lucirá sobre esta tierra; su noche no estará plateada por la luna ni iluminada por la sabiduría; sus días no tendrán radiante luz. Debieron sus consejeros haber trabajado esta tierra que se estaba tornando estéril. Lo han hecho en las aguas de la insolidaridad y de la infidelidad.

Córdoba en su ignorancia se ha llenado de sorpresa y admiración, según qué bando resuene, con la decisión tomada de solicitar la intervención del Banco de España. La prodigiosa decisión ha causado prodigio en los ignorantes y temerosos de los signos ocultos.

Ahora el Banco de España trabajará como en tierra seca, separada Cajasur de los peligros del abismo, pero asumiendo el riesgo de su parcelación. Han dejado a Cajasur sin alma, a solas con la dura técnica. Antes de tomar la decisión final todos deberían haberse abstenido de la cruel ferocidad de la soberbia, de la voluptuosidad y de la falsa ciencia, porque el orgullo de la soberbia es impulso del alma muerta. Algunos en el Consejo se han creído astutas serpientes que exploran el temporal para ganar tiempo y eternidad. La decisión final del Consejo de Administración será juzgada por sus frutos, por las pasiones que dieron lugar a aquella y por lo que el organismo interventor pueda corregir.

Ya no podrá decir Cajasur que en su angustia nadie le asistió ni que todos la desampararon, cuando fue incapaz de resolver su insolvencia y su carencia de liquidez. ¿Quiénes son los estultos que se alegran de esta decisión? Son aquellos que piensan que el Banco de España hará fértil la tierra esquilmada entregada. Ya no rebrotará la pujanza de Cajasur de los años noventa del siglo pasado. En el Consejo de Administración no han sabido diferenciar el don del interés, de acuerdo a como los define, en sus Confesiones , San Agustín. Ya se ve su tierra desnuda, sin orden y su desorden, sus malas y buenas hierbas, pero no se verán jamás sus luminarias y lumbreras. Réquiem cat in pace.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba