No es nuevo que las indumentarias de los cargos públicos traigan cola. Cuando Pilar Miró dirigía el ente por excelencia sus vestidos millonarios, aunque los adquiriese para quedar bien en las alfombras rojas internacionales, sirvieron para incoarle un proceso. Creemos que fue absuelta pero sufrió la pena de banquillo. Ahora los trajes son masculinos y afectan al presidente de la Comunidad Valenciana. Aunque han comparado su caso con el de la referida cineasta, es distinto, pues entre el dispendio de caudales públicos y la sospecha de cohecho --el político que acepta regalos para obrar de una manera determinada aunque sea justa-- hay mucho trecho y eso que las cantidades barajadas en el asunto de los trajes son irrisorias en comparación con otras desvergüenzas públicas. Según declaraciones del sastre indiscreto los trajes presidenciales eran religiosamente abonados por chorizos al servicio de Correa y El Bigotes . Es posible que el sastre no sea un chivato, sino un inventor de patrañas para desprestigiar a Camps , aunque denuncie hechos tan verificables como las llamadas telefónicas que le hizo el presidente los días 8, 9 y 10 de febrero, o se trate del operario de una empresa que guarda un sospechoso silencio sobre el pago de las facturas de marras. El infundio es la probabilidad a la que se agarra Rajoy , aunque parezca raro que las querellas de su partido se hayan dirigido contra el juez instructor y no contra el presunto sastre calumniador. Pero también es posible la tesis contraria: que mienta el presidente valenciano para encubrir su conducta anómala: aceptar que le regalen costosas prendas de vestir. Sea lo que fuere, la cosa, para que no tomen por idiota al pueblo soberano, no puede quedar en agua de borrajas, dilatándose hasta que perdamos la memoria. O cae el sastre por inventar delitos o cae el presidente por practicarlos.

* Escritor