No es aconsejable dejar en manos del olvido, sin más ni más, experiencias, personas y situaciones ancladas en otros patrones de vida --ya pasados--. Me refiero a la vida en el campo. Ya hace muchos años que las cuadrillas abandonaron las besanas sustituidas por la moderna maquinaria agrícola. Desapareció también, prácticamente, la ganadería y los cortijos se despoblaron. Desde entonces, las casas de campo están vacías y abocadas a la ruina. Y es que son muy pocos los agricultores que permanecen en sus casas rurales, aunque existe una tendencia a recuperar algunos de los valores de este modo de vida a través del turismo rural. Hace años, sin embargo, no era así. En los cortijos los trabajadores permanecían por temporadas en el campo realizando las faenas propias de la campaña. Cada uno asumía un papel en esta organización jerarquizada en la que sus obligaciones y competencias estaban firmemente establecidas. Desde el aperaor , responsable de una cuadrilla, hasta el encargado funcionaba el manijero y otros cargos no menos curiosos. Entre ellos, el pensaor , un cargo curioso dentro de la estructura organizativa con que funcionaban los antiguos cortijos cordobeses. Alguien podría creer que la función del pensaor pudiera estar relacionada con el pensamiento, como si sus obligaciones tuvieran carácter intelectual más que manual... Pero no es así. El pensaor era el encargado de proporcionar el pienso a los animales durante las horas de descanso, en la madrugada. El trabajador no funcionaba al mismo ritmo que sus campañeros y gozaba del privilegio de dormir algunas horas diurnas. Y es que los beneficios propios del cargo eran intocables. El aperaor de silla , el Sota y otros, mantenían privilegios que hoy pueden resultar incomprensibles.

Generaciones de trabajadores solo conocieron este tipo de vida que no debe ser olvidado.

*Maestro