A estas alturas espero con ilusión y con optimismo que esa parte de la sociedad tantas veces crítica y muchas silente (pero siempre necesaria) se dirija con paso firme, con todas las fuerzas, a garantizar lo que hemos logrado como país.

No me oirán levantar el tono para afirmar que arriesgamos conquistas sociales, aunque sea cierto que corren peligro. No encontrarán en mí un aliado del miedo, a pesar de la preocupación que me provocan las actitudes de los dirigentes de la derecha española. No verán mi firma para demonizarlos, pero sostengo a boca llena que los conservadores de este país merecen otra alternativa. No me escucharán dar rodeos sobre los problemas que eventualmente nos afecten, si bien no estaré jamás con los agitadores de conflictos, muchas veces inventados, sin aportar solución alguna.

Creo en pocas cosas, como casi todos, pero algunas caben aquí. Creo que hay gente que se dedica a la gente con vocación y compromiso, que es como los hombres y mujeres que cada día construyen el mundo. Creo que se pueden dar soluciones a los nuevos retos que nos esperan de carácter colectivo. Creo que estamos en una situación mejor que en el pasado reciente como sociedad, que hemos avanzado conociendo las necesidades que tenemos y que podemos mejorar si proseguimos en ese camino. Creo en la gente que mira al futuro de frente, que no crispa, que no levanta discordia, que trabaja seriamente sin insultar. Creo que no todo vale en política y que no se puede despreciar el esfuerzo sufrido de un montón de ciudadanas, de un montón de ciudadanos, para mejorar, diciéndoles de continuo que todo está mal. Creo que la vida pública necesita valedores que la sostengan con la ilusión de escuchar siempre. Creo que hay una brecha enorme entre la derecha y la izquierda. Creo que no es lo mismo elegir a unos que a otros.

Sé que la mayoría lo cree pero muchas veces no lo dice. Y me preocupa que los que no lo creen vengan gritando, y gritando fuerte. Es necesaria una respuesta contundente. Es imprescindible consolidar lo que hemos alcanzado. Es fundamental batir democráticamente a la tristeza. Es legítimo llevar la alegría de la calle al Congreso y al Parlamento. Creer en una apuesta común es la respuesta que convence, por encima del precio del litro de leche o la barra de pan. Pero nadie irá a votar por nosotros: es responsabilidad de la mayoría seguir siéndolo. Los otros no faltarán. Es tiempo de acción en tensión. Ahora. Después es tarde.

* Asesor jurídico