--¿Cómo valora la nominación para el premio al mejor cámara del año?

--Estar nominado ya es un honor. Y cuando eres cámara de una agencia de noticias aún más: suministramos imágenes puras y duras, lo que demuestra que estas no necesitan voz.

--¿En cuántos conflictos ha estado presente desde que empezó su carrera, a finales de los años 90?

--En muchos, pero no quiero hacer listados para no colgarme medallas. Y todavía se tendrían que cubrir más para que la gente no olvidase. Los informativos actuales, con noticias de un minuto que pasan muy rápido, hacen que la gente se haya inmunizado ante conflictos que ocurren mucho más cerca de lo que creemos.

--¿Y usted ha logrado inmunizarse ante tales situaciones?

--No quiero hacerlo. Ni te puede entrar una depre ni te has de convertir en una máquina que graba y se va. Hay que mantener un equilibrio.

--¿Una instantánea tiene suficiente poder para cambiar las cosas?

--Llega un punto en que descubres que no puedes hacer mucho, pero el solo hecho de estar allí y darle a esa persona esperanza ya es algo. No podemos cambiar nada, pero sí recordar cómo es el mundo.

--¿Qué le crea mayor impacto?

--Los temas de pobreza. En un conflicto esperas encontrar muertos, pero la pobreza extrema que he visto en Africa te hace sentir responsable y culpable.

--¿Se plantea regresar a casa?

-- por ahora no. Bangkok no me gusta, pero en Europa me siento estafado por lo caro que es todo. Tengo la sensación de que la sociedad del bienestar es de la economía y no de las personas.

--¿En su trabajo qué es más importante: la valentía o no perder de vista el sentido común?

--El sentido común. El valiente de verdad es quien, a pesar del miedo, sabe encontrar el camino, aunque todos somos algo inconscientes...