Los que ya han vivido junto con los que tienen todo por vivir. Los que están en el final del camino junto a los que empiezan a andarlo. La convivencia entre ancianos y jóvenes (incluidos niños y bebés) es una realidad que empieza a abrirse paso en España. Y con fuerza. Residencias de la tercera edad con guardería incluida; campamentos de verano para chavales que comparten talleres con abuelos; estudiantes de secundaria que visitan cada semana un centro de mayores; edificios en los que se alojan ancianos y jóvenes… La filosofía intergeneracional es una disciplina profesional que está en expansión y, al mismo tiempo, en fase de descubrimiento. «Es mucho más que una simple idea simpática. Es un valor social», asegura uno de los mayores expertos en la materia, Mariano Sánchez, profesor de Sociología de la Universidad de Granada y responsable de una cátedra para estudiar y compartir conocimientos sobre proyectos intergeneracionales. La cátedra se ha podido crear gracias al acuerdo entre la universidad y Macrosad, una red andaluza especializada en el cuidado de mayores y pequeños. De la mano de Macrosad acaba de abrir sus puermucha pedagogía al respecto. El personal que lleva a cabo las actividades tiene que recibir formación. «No se pueden hacer experimentos», concluye Sánchez, que lleva 20 años investigando este tipo de actividades.

A la hora de explicar los beneficios, Sánchez asegura que los más pequeños interiorizan un concepto positivo del envejecimiento y aprenden a relacionarse, algo que resulta fundamental para su desarrollo. «No tienen miedo a entrar en contacto con otras personas, ir más allá de sus propias familias», subraya. También aprenden que el tiempo de la vida es algo a lo que hay que prestar atención y que hay muchas formas de envejecer. Mientras, las personas de edad avanzada sienten que no tienen por qué desconectarse del mundo. «Es una razón para vivir la vida, una responsabilidad, una persona que depende de ellos en un momento dado», continúa. Las fórmulas de convivencia son muy variadas. Las más extremas -y las que han brindado mejores resultados- son las residencias para la tercera edad con guardería, como la de Albolote (Granada). También hay otra de la red Orpea en Meco (Madrid) y dos en Galicia que acaban de construirse gracias a la Fundación de Amancio Ortega, dueño del imperio Inditex. La red de residencias Amavir organiza en Navarra campamentos de verano que incluyen talleres conjuntos para chavales y ancianos. En Lérida, el centro residencial Joviar programa varias actividades intergeneracionales, mientras que en Alicante se han construido edificios de apartamentos para mayores y jóvenes emancipados. Por último, en Oviedo hay residencias donde conviven universitarios y personas de la tercera edad.

De la mano de Adopta un Abuelo -una asociación sin ánimo de lucro que fomenta las relaciones entre los jóvenes y la tercera edad y que fue fundada por Alberto Cabanes- hay varias iniciativas en toda España. El instituto las Musas, en Madrid, organiza visitas semanales de los alumnos a una residencia para mayores que está en el mismo barrio. El año pasado se implantó la iniciativa por primera vez. Se apuntaron 16 alumnos. Este año, el número ha llegado a 50. «Los chavales van siempre de dos en dos para estar con un abuelo en concreto. Aprenden a ser generosos, contar cosas y entenderse. Los jóvenes valoran más su propia salud, reciben una visión de la vida diferente. Y, sobre todo, se pasan dos horas sin estar pendientes de las redes sociales», explica José Antonio Méndez, profesor de Geografía e Historia en las Musas. «El proyecto ha calado mucho entre los chavales», añade. Entre los alumnos que se han apuntado los hay con un expediente académico bueno. Y otros que sacan notas regulares y malas. Pero todos ellos viven con emoción el encuentro de los viernes en la residencia. «Están tan encantados que acuden a ver a los abuelos incluso en verano», comenta el profesor, que destaca que los mayores les esperan con ansia. «Se sienten importantes y útiles», recalca. Las primeras actividades intergeneracionales profesionalizadas -al menos, las que fueron objeto de estudio científico- datan de la década de los 60 en Estados Unidos. En la actualidad, en Europa, hay iniciativas que demuestran que la convivencia entre pequeños y grandes es una cosa seria en países como Alemania, Francia, Reino Unido, Suecia y Suiza.