Si ya es difícil que un club cordobés logre un ascenso a una máxima categoría nacional, imagínense lo que supone permanecer en ella. No es sencillo hacerlo porque, lastimosamente, no hay ni siquiera recuerdos a los que agarrarse. En fútbol, una presencia de 10 meses en Primera -con un balance cochambroso: colista y descenso- en los últimos ¡48 años! En la capital nunca existió un club de baloncesto ni de balonmano en en la ACB ni en la Asobal. Los aficionados cordobeses han vivido su relación con el deporte de élite siempre anclados en una especie de añoranza de lo que nunca se tuvo. O enganchándose a la televisión para ver lo bien que les va a otros. Hasta que llegó el Córdoba Futsal.

El equipo cordobesista -sí, así es, por sentimiento de sus integrantes y por su alianza estratégica con el primer club de la ciudad- está ya preparándose para abordar un capítulo más en su formidable progresión. Toca la consolidación en Primera, con todo lo que eso implica. No es sólo inversión económica -que también-, sino principalmente pericia para sostener el timón cuando el viento sopla de cara o de lado.

El paso no es sencillo. Bien lo sabe José García Román, presidente multiusos que ahora lidia con exigencias cada vez mayores. Su ventaja es que él sabe qué va esto. Lo de ser un club simpático y peculiar, que asciende de manera milagrosa y llega a la élite casi de prestado está bien para un rato. Ahora ya no. Toca avanzar, tomar decisiones, hacerse respetar y lanzar el mensaje de que el Córdoba ha llegado a Primera División para quedarse mucho tiempo.