Edita la Diputación Córdoba en los viajeros francófonos del siglo XIX, obra del catedrático de francés y académico Francisco Aguayo Egido, licenciado en Filosofía por el Institut Catholique de París así como en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia y con cursos en la Sorbona y en la École pratique des hautes études, donde tuvo como maestro al modernista Didier Ozanam. Tras poner término a su formación, profesó Aguayo en diversos institutos de Andalucía, hasta que recaló en el histórico Luis de Góngora de Córdoba, donde durante casi cuatro décadas ha desempeñado diversos cargos académicos y pedagógicos. En los últimos años, en el centro asociado a la UNED, enseñó, entre otras, alguna materia relacionada con el Séptimo Arte, en continuidad con estudios ya emprendidos en la capital del Sena.

Presenta el autor 139 relatos de viajeros, inéditos en español, con el objetivo de que sus visiones ayuden a completar nuestra perspectiva de aquella época, al tiempo que revelen su contraste con la del momento actual. Ha seleccionado aquellas páginas que los autores extranjeros redactaron a su paso por la ciudad de la Mezquita. Expusieron en ellas las razones de sus viajes, la primera impresión recibida a su llegada, la descripción de la urbe, de sus habitantes y de su situación socio-económica, los monumentos y lugares, y otros aspectos como calles, casas, patios, plazas, fiestas, espectáculos, iglesias, palacios, museos, alojamientos, servicios... Tras el prólogo redactado por el presidente de la Diputación, el autor realiza un estudio preliminar en el que toma también en cuenta a aquellos autores que ya habían sido traducidos; completa la obra con los relatos hasta ahora inéditos, alcanzando así las 1.275 páginas que conforman los dos volúmenes.

En el siglo XIX el viaje por España era una aventura arriesgada. La inseguridad de los caminos exigía incluso el uso de armas. Andalucía se convierte en foco de atracción donde perseguir ideales románticos, explorar vestigios árabes o descubrir restos arquitectónicos: una cultura exótica hasta entonces poco conocida. Sierra Morena tuvo fama de ser tierra de bandoleros; aunque, pese a las dificultades del viaje en calesa, a veces el peligro se hallaba en los propios alojamientos. Cuando, ya a finales de siglo, se viaja en ferrocarril, los viajeros expresan su opinión acerca del nuevo medio de transporte. La mujer, por su parte, hallaba aún más dificultades para viajar, si bien no faltaron quienes, con valentía, se lanzaron a aquella aventura, como Louise Bourbonnaud: brava viuda parisina que recorrió 180.000 kilómetros en cuatro viajes a través del mundo; el de España, en 1882, sería el primero y el que le sirvió, según ella, para probar sus alas. Los viajeros llegan a Córdoba por diversas razones. Hay incluso quien afirma que el hecho de admirar nuestra catedral constituye motivo más que suficiente para justificar todo el viaje. En general, vienen a la búsqueda de emociones variadas, conocer lo que es una población viva y, sobre todo, buscar el contraste que les ofrece nuestro país: su cielo, sus gustos, sus costumbres y estilo de vida.

A partir de 1832 llegan los que podríamos llamar «primeros turistas», ya que con anterioridad los principales visitantes eran soldados (invasión napoleónica de 1808 o intervención de los Cien mil Hijos de San Luis en 1823), refugiados bonapartistas y hombres de negocios. Algunos se apasionaron por los monumentos árabes y moriscos, por la adquisición de obras de arte o por la búsqueda de antiguos manuscritos en archivos y bibliotecas, pertenecientes algunos de ellos a los indígenas del Nuevo Mundo antes de la llegada de Colón. Razones sanitarias inducen también al viaje a España: tanto para estudiar in situ la fiebre amarilla, como por prescripción médica, a la búsqueda de un clima más templado.

La obra viene a completar otros estudios del autor sobre viajeros: La orfebrería cordobesa en la obra del barón Davillier, Viajeros franceses del siglo XIX contemplan los patios de Córdoba, Los iconos de Córdoba vistos por dos viajeros franceses o el trabajo que le sirvió para acceder a la Academia cordobesa como correspondiente por nuestra ciudad sobre los Viajeros franceses por la Córdoba del XIX.

También tradujo obras de la investigadora francesa de origen lucentino Françoise Ávila. Investigó y recopiló textos en la Biblioteca Nacional de Francia, en las de Sainte-Geneviève, Centro Pompidou o Mazarine y, en Madrid, en la Biblioteca Nacional, en la del Senado, Ateneo, en la del CSIC, en la de la Comunidad, así como en las de las universidades de Sevilla, Granada y Huelva, sin olvidar la de la Fundación Federico Joly Höhr de Cádiz.

Quien fuera alcalde de Guadalcázar entre 1983 y 1987 y hoy cronista oficial de su villa natal contribuye de manera especial al estudio de la literatura de viajes con el libro que presentamos.

* Catedrático