TV3 es la principal herramienta del «agit-prot» del Gobierno catalán, la voz de su amo, que con machacona deformación de la realidad tanto ha contribuido a la situación actual. Ha obnubilado a ciudadanos catalanes de origen y a descendientes --nacidos y educados en Cataluña-- de tantísimos emigrantes. Su estatuto es un calco del aprobado para RTVE en 1980. No se quiso mirar, aunque fuese de soslayo, al que aprobó la República Federal de Alemania tras la dictadura nazi: una tele pública no estatal sino de la sociedad, que vertebra la diversidad federal. La ARD emite el mismo telediario, con sede técnica en Hamburgo, para todos los Länder tras la conexión con las cadenas regionales. Se han dicho cosas muy sensatas sobre los orígenes del procés. La Constitución del 78 no es la prevista. Se descartó que el partido más votado fuera el encargado de formar Gobierno y ahí están los antisistema haciéndose imprescindibles en toda la geografía española. La CUP es un ejemplo bien visible como instigadora de una independencia inmediata. Los dos partidos mayoritarios prefirieron, en su afán electoralista, gobernar con partidos bisagras nacionalistas. Jordi Pujol, con su máscara de político moderado, aprovechó la miopía de esos partidos para ir cavando los cimientos de la ahora tan preocupante independencia. Se dejó en manos de las autonomías la educación, con sus consecuencias: el adoctrinamiento desde la niñez. El Tribunal Constitucional se apuntó a los aires que corrían, al aceptar la «sugerencia» nacionalista sobre la Loapa y la lengua catalana vehicular en la educación.

* Periodista