Hace unos días tuve la suerte de encontrarme con el padre Cirilo, dominico que lleva 25 años de misionero en Cuba. Me dio mucha alegría y tras saludarnos comenzamos a dialogar sobre nuestras peripecias, más bien las suyas, de su quehacer cotidiano, de sus obstáculos y satisfacciones en la acción pastoral evangelizadora cotidiana. Claro está que, como misionero, te traslada a otros paradigmas culturales de interpretación de la vida que hay que ver y experimentar para conocer y entender. Esto me animó a escribir este artículo acerca del día del Domund (20 de octubre) en homenaje a los más de diez mil misioneros españoles, diez cordobeses, como Juanjo Aguirre, Cirilo y Antonio César, misionero salesiano del Pozoblanco, asesinado por un grupo guerrillero. El Papa ha pedido a toda la Iglesia que durante el mes de octubre se viva un tiempo misionero extraordinario, para conmemorar el centenario de la promulgación de la carta apostólica Máximum illud del papa Benedicto XV (30 de noviembre de 1919), una propuesta apostólica, una llamada a renovar el compromiso misionero de la Iglesia, su misión de anunciar y llevar al mundo la proclamación del Evangelio. La coincidencia providencial con la celebración del sínodo especial de los obispos para la región panamazónica me lleva a destacar que la misión sigue siendo actual y necesaria también para los habitantes de esas tierras. Una renovación de puertas abiertas de la Iglesia para que ninguna cultura permanezca cerrada en sí misma y ningún pueblo encerrado en el propio yo, en la autorreferencialidad de la propia pertenencia étnica y religiosa. Los misioneros rompen los estrechos límites de mundos, religiones y culturas, llamándolos a crecer en el respeto por la dignidad del hombre y de la mujer. Todos en la Iglesia deben ser partícipes de la misión Ad gentes: obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos. Nadie queda excluido. Al anunciar el Evangelio, la Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el papa Pablo VI, que «en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política. Desinteresarse de los problemas temporales de la humanidad significaría «ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad» (Evangelii nuntiandi, 31. cf. n. 34). Muchos de ellos han mostrado una gran valentía para dejar su tierra, su casa, sus costumbres, y aventurarse en otros lugares, muchas veces inseguros, valentía en la temeridad de sus viajes, dada la precariedad de los medios con los que se cuenta para los desplazamientos. En la constancia a la hora de adaptarse a culturas tan distintas. En el desafío a enfermedades contagiosas y a poderes políticos que les han perseguido y martirizado. Muchos Cirilos, Aguirres y Antonios César nos hacen falta para construir el reino de justicia y paz.

*Licenciado en Ciencias Religiosas