Sinceramente no me considero versada en nada, pero sí hay algo de lo que puedo opinar por los muchos años vividos en observación, lectura y escritura, y lo decía a la audiencia en mi intervención el día de la entrega de premios del Certamen de las Letras Isabel Agüera. Es acerca de qué es imprescindible para ser escritor. Así que, para mí, ser escritor/a no es publicar una obra, pagada por uno mismo o editada por alguna plataforma digital y colgarse el título de escritor, paseándose con la cabeza alta como si le bastara para convertirse en personaje público. Hay quién dice que el escritor se hace. Opino que nace y crece. Tal vez todos somos capaces de dibujar o calcar una casita, pero eso no nos convierte en creativos pintores. Ser escritor es sentir una constante inquietud por crear, contar comunicar... Y esa inquietud no tiene límites, ni horas, ni días, ni circunstancias. Es como una exigencia que conlleva disciplina, perfeccionamiento constante, retiro, soledad e ir por el mundo observando, interiorizando, conociendo, tomando notas de palabras, gestos, hechos... El escritor siente y vive su obra como si se tratase de una segunda existencia: habla con sus personajes, ríe o llora con ellos, jamás los abandona por cansancio u otros intereses. El escritor no se contenta con lo primero que se le ocurre: piensa, madura, elige, lee, relee, corrige posibles incoherencias en lugares, personaje, diálogos, etcétera. El escritor no tiene prisas. El escritor tiene que estar convencido de que su obra no será una más parecida a otras, sino auténtica creación que aporte algo nuevo sin tener que recurrir a modas ni a textos leídos. El escritor no busca la primera fila, la cabeza en todo. No escribe para lectores ni para editoriales, escribe, sobre todo, para él, aunque legítimamente busque trascendencia.

* Maestra y escritora