Hoy, romería al santuario de Nuestra Señora de Linares, en caravana multicolor, por el puerto de la Salve, hasta adentrarnos en el corazón de Sierra Morena. Esta romería tiene un encanto especial: sentir el abrazo de una Madre. Para los creyentes cristianos, esta palabra adquiere dimensiones nuevas desde el día en que Jesús, en el momento culminante en que ofrece su vida por la salvación del mundo, dice al discípulo al que tanto quería, y en él a todos los hombres: «Ahí tienes a tu Madre». Y a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». María está unida a Dios y «nos trae a Dios del cielo a la tierra». Por eso, María nos invita permanentemente a convertir la tierra, en un «cielo anticipado». La romería consiste en recorrer un camino, en salir a un encuentro, en alcanzar una meta: la llegada a un santuario dedicado a la Santísima Virgen, en una advocación unida entrañablemente a Córdoba y a los cordobeses, Nuestra Señora de Linares. El pregonero de este año, Javier Tafur, comenzó sus palabras hablándonos del camino: «Por el camino andamos, por el camino vamos, por el camino avanzamos o retrocedemos, por el camino somos. Por el camino descubrimos, buscamos, encontramos o desfallecemos. Por el camino vivimos y morimos. Trazamos caminos en la tierra, en el mar, en el aire, en el espacio. El sol y las estrellas nos orientan, incluso intentamos alcanzarlas. Apuntamos al cielo para constatar que sigue estando a la extenuante distancia de siempre y que son otros los caminos que nos pueden acercar a él. Un camino existe bajo nuestros pies y también en la cabeza y en el corazón. Un camino es físico y es una idea. Un camino es geografía y, a la vez, historia. Un camino es fe y esperanza. Un camino es una promesa y la voluntad de cumplirla. Un camino es el futuro y el paso del tiempo. Un camino hace posible una vida, es el camino quien da sentido a la vida. Un camino abre un puente, cruza un río (...). Sin camino no habría hombres, ni pueblos, ni imperios. Sin camino no hay pasión, ni gloria». La cita es larga pero concentra el verdadero sentido de una romería: convertirnos en peregrinos, ligeros de equipaje, avanzar alegres y cantando, coronar una meta grandiosa que nos hará grandes, contemplar una imagen querida que reverbera la silueta de una Madre. «La romería, nos diría después Tafur en su espléndido pregón, es una comunidad en marcha. Y se canta y donde se canta, se comparte. La romería es una fiesta y la peregrinación una disciplina». En el santuario, María nos espera; la Madre nos abraza. Y de sus labios y su vida brotan cinco enseñanzas esenciales para alcanzar la verdadera felicidad. Nuestra Señora la Purísima Concepción de Linares nos enseña a orar, abandonados siempre a lo que Dios susurre a nuestras conciencias libres; nos enseña a amar, con el sello evangélico de «dar la vida por los demás»; nos enseña a perdonar, con todas las consecuencias; nos enseña a esperar, «siempre en camino»; nos enseña a ser humildes, es decir, cercanos «a la tierra», de donde brotará un nuevo humanismo para compartir. Hoy, romería a Linares. «La fe y la felicidad tienen la misma raíz», musitaba Javier, al final de su pregón, canto encendido y plegaria ardiente por la sociedad de esta hora.

* Periodista y sacerdote