Pongan ustedes los adjetivos sobre lo que ha ocurrido en la economía cordobesa, paralelismo de lo sucedido en el resto del país y del planeta, y tengan en cuenta que ningún sector ha escapado del virus. Desbordados en el acopio de cifras, tendencias y comparativas de unos efectos solo vinculables a la más devastadora crisis económica, que además se ha acentuado por el derrumbe acelerado de variables y expectativas, hay que desear que, tras la brusca caída de la producción, la recuperación no tarde en llegar tanto como en la última crisis.

Había que ser resilientes, aunque en un estado de exceso de vulnerabilidad económica la reacción ha sido irregular y ha descarrilado el tren al que se subieron muchas empresas y emprendedores. Podían ser una actividad esencial durante el estado de alarma, pero la realidad, la dependencia de la movilidad y la demanda, chocó con el confinamiento y las barreras que inmovilizaron la reacción. Desaparecieron los turistas, cayó el consumo ante las incertidumbres de miles de ERTE y el crecimiento del paro, se echaron persianas de comercios y hoteles, se producía una precipitada adaptación al teletrabajo, cambiaba el tipo de empleos que se demandaban y hasta la Mezquita-Catedral tuvo que cerrar en los momentos de mayor dureza de la crisis sanitaria. Era difícil que la resiliencia fuera suficiente para afrontar la vulnerabilidad de un modelo productivo demasiado indefenso ante imprevistos o terremotos, aunque su dimensión fuera microscópica. Era un paisaje distópico impensable unos meses, unas semanas, unos días, antes de que el coronavirus saltara desde Wuhan a Europa y llegara a España. Además, el discurso de la historia, de la experiencia económica y social que debían contar muchos mayores enmudeció, apagándose en residencias que descubrieron en algunas ocasiones una realidad indeseable surgida del neoliberalismo.

Ahora solo queda pensar, tras los más de 25.000 contagiados y más de medio millar de personas fallecidas en Córdoba, cómo hay que actuar para atenuar las consecuencias económicas y sociales que vendrán, sin caer en tentaciones del trending topic, en los discursos cortoplacistas que construyen las redes sociales y anulan una acción sistémica porque se piensa más en el discurso propio y no en el general. Es el momento de mirar a la empresa, a los trabajadores, a las verdaderas necesidades de la sociedad, sin dejar de analizar por qué Córdoba es tan vulnerable, qué modelo económico necesita, si es que lo requiere; habrá que profundizar en el mercado laboral y su elevada temporalidad, detectar los motivos por los que los jóvenes abandonan la provincia o de mantener una unidad de acción ante la histórica demanda de agua para el regadío o las infraestructuras que no terminan de avanzar. Porque, cuando aún existen grandes incertidumbres que solo las vacunas pueden disipar, Córdoba y los cordobeses también merecen soñar con el futuro tras una pesadilla que no olvidarán.

* Jefe de Economía