No estuve en el concierto de Rosalía, pero sí gente próxima que confirma lo que leo en las reseñas de prensa: que está de moda, que canta bien, que el espectáculo es bueno, que gusta, y que siempre se pone ese conjunto tan raro con una especie de pantalón que deja al descubierto lo que vienen a ser las bragas o la parte baja del body. A veces debato con personas cercanas y de confianza sobre esto de que las cantantes tengan que enseñar el cuerpo o dejar adivinar las partes pudendas en sus actuaciones, lo cual a uno es cierto que le alegra la vista pero que se compadece poco con lo que luego tanto se pregona de la utilización del cuerpo para fines que nada tienen que ver con lo que se supone que se pretende. Los anuncios callejeros, de televisión, y un largo etcétera que no es necesario volver a nombrar, abundan en este sentido. Y a mí me parece genial, o me da igual por lo menos. Es igual que Superman y otros superhéroes lleven calzoncillos rojos o azules sobre los pantalones marcando algodones, o que chicos musculados anuncien lo que quieran, o que chicas de toma pan y moja se nos metan por los ojos con cualquier excusa comercial. Porque los que sí suelen estar fuera de lugar son los interpretadores profesionales de las intencionalidades y de las morales o, más bien moralinas, ajenas. Los y las que se arrogan la autoridad de decir lo que está bien y lo que está mal, los que se duelen de que las chicas del espectáculo utilicen su cuerpo para llamar la atención y ganar fans, o de que los deportistas se queden en tableta cada vez que consiguen un tanto. Los de la caspa tienen la batalla perdida. Siempre que las cosas de este mundo se hagan sin imposiciones, se mantendrá el dicho de que «lo que se han de comer los gusanos que lo vean los cristianos» (al parecer a los musulmanes no les agrada verlo, o eso dicen). Somos hijos del hedonismo grecolatino aumentado en estos lustros a base de gyms por doquier, y ni la Iglesia cuando fue poderosa pudo cargarse esa fuerza irreprimible del disfrute corporal propio y ajeno. O sea, vayan a buscar otros pastos los moralistas. La moral y la ética anidan en otras profundidades.

* Escritor @ADiazVillasenor