Uno de los últimos comentarios más controvertidos del Papa Francisco, fue el que hizo contestando a los periodistas sobre una posible visita a España... «cuando haya paz». Si partimos de que el Vaticano goza de un notable servicio de información, y que a un Papa argentino no puede resultarle muy extraña la realidad española, su sorprendente respuesta solo cabe interpretarla respecto a la actual situación generada por los separatistas en Cataluña.

Sin embargo, el propio Francisco acaba de nombrar arzobispo de Tarragona al secesionista cura Planellas que, al margen de sus supuestos conocimientos teológicos, cuenta entre sus méritos el colocar reiteradamente en el campanario de su antigua parroquia una bandera estelada separatista, acompañada de jubilosas campanadas. Por lo cual, y si algo se deduce de este nombramiento que tan poco contribuye a nuestra «paz», es que el Papa no arde en deseos de venir a España.

O también pudiera ser, que confía en que ahora el Espíritu Santo ensanche cerebro y corazón del estelado Planellas para que, envainándose su nacionalismo de campanario, se haga más católico (universal). Un nacionalismo que, por cierto, al igual que sucede en el país Vasco, hace tiempo que vació los seminarios de Cataluña.