Con mil vidas que yo viviese no conseguiría parecerme a mi padre, porque sólo soy un destello de la inmensa estela de honradez y dignidad, de bondad y amor que él dejó en mi sangre y en la vida. La maldita guerra civil, que algunos vuelven a empeñarse en soplar sus ascuas para arrimarlas a su sardina, le quitó a su padre y a su hermano menor, lo llevó a dos campos de concentración, lo sumió en la ruina de su juventud y su familia; pero él, mi padre, cuando atravesaba la frontera francesa y tuvo que entregar el fusil, se guardó el cerrojo y lo tiró unos kilómetros más adelante, porque “con éste no se matará a nadie”; caminando por entre tanto frío y tanta miseria, se empeñaba en llevar un pequeño maletín de libros en aquellas nieves de febrero. Y cuando tuvo la oportunidad de vengarse, desistió, porque no quería transmitir ese rencor y su violencia. Y cuando la maldición de esa posguerra lo puso a descargar vagones, trabajaba por él y por un viejo, al que luego le daba su parte de jornal. Mi padre siempre guardó el recuerdo de su maestro, y le escribía cada año. Mi padre me sembró el amor a España y sus tierras. Él sí que fue un hombre de paz y, nacido bajo el cielo vinariego de la Mancha, sí que hablaba el catalán en la intimidad; lo había aprendido durante la guerra, precisamente por su amor a España, porque él pertenecía a la estirpe de don Alonso Quijano, el bueno. Él sembró en mi corazón el valor del trabajo honrado, de la verdad, de la fidelidad a la palabra dada, de la dignidad de ser humano. Él me abrió al amor a nuestra lengua, su lectura y su escritura. Y como creía en esas semillas, me dio su vida y la esparció sobre mí hasta su muerte. Toda mi lucha ha sido no renegar de su memoria, como he ido viendo que hacían tantos otros. Toda mi riqueza es su voz, que aún conservo en el fondo de mi pecho; sus manos humanas, que tanta seguridad me transmitían contra el miedo y sus esclavitudes; su sonrisa melancólica y sus ojos de ternura, que tanto presenciaron. Yo no podía imaginar cuánto lo echo de menos, cuántas cosas necesito consultarle cada noche, para aliviarme de tanta soledad que respiro entre tanto bufón, tanto renegado y tanto mentiroso canalla. Pero el alma de mi padre se fue antes que su cuerpo al mundo de nobleza al que pertenecía.

·* Escritor