Casi cinco meses después de las elecciones en Cataluña ya se ha investido a un presidente de la Generalitat, pero con una inquietante etiqueta de provisionalidad en lugar de la necesaria seguridad para dar estabilidad y continuidad a las acciones del gobierno. Se hacen apuestas tanto en Madrid como en Barcelona si Torra, Torrent y Turrull se comerán el turrón navideño en sus asientos a la vista del corto horizonte político que tienen por delante si mantienen invariables sus posiciones. La operación Turrón puede llevar a una nueva consulta electoral en diciembre, en ese mes que tanto temen los entrenadores de fútbol si no consiguen los resultados perseguidos.