Todo depende del cristal con que se mire o, mejor aún, del ojo que mira, pues está claro que en demasiadas ocasiones vemos cosas distintas mirando al mismo sitio... Y no digamos en periodo electoral, cuando cada cual solo ve lo que quiere ver.

El que un grupo político en pleno haya denunciado a la Fiscalía una exposición de cuadros por considerarlos ofensivos hasta el extremo de poder sostener que son constitutivos de delito, me parece tan atrevido y corto de visión como aquellos otros que se rasgan las vestiduras por los chistes (desde luego alguno de mal gusto y hasta de ácido humor negro, pero chistes al fin y al cabo) que pululan por las redes a raíz de la muerte de Rubalcaba.

Ofenderse porque haya chistes sobre la «beatificación» de Rubalcaba como próximo objetivo del Gobierno, es tan corto de visión como ofenderse y demonizar la exposición de la Diputación Provincial porque en ella pueda verse un cuadro de una mujer con la cara de la propia pintora, de cabellos cobrizos y poco angelical --es verdad-- que en su propia libertad de expresión y sobre todo artística, deja entrever por la pose y los colores, una cierta similitud con la Inmaculada. Tal vez sea el nombre, «con mácula», o simplemente el ojo de quienes mal miran, lo que haya hecho que algunos vean en ese cuadro una profanación religiosa, donde otros ojos solo vemos a una mujer actual, envuelta en una tela azul, con una mano que nadie puede certificar dónde está posada, ni lo que hace... ¿autocomplacencia tal vez? Tal vez... Si así fuera la pintora habría conseguido un rotundo éxito: que sin ser evidente, su obra lleve los ojos y la mente de algunos que la miran --o solo la ven-- al terreno de la imaginación --la de ellos-- más atrevida, por calenturienta.

El problema no es de la pintora, ni de quien expone tales obras, porque el arte por definición tiene que ser atrevido y llevarnos más allá de lo que vemos. El problema es de quienes imaginan lo que seguramente ellos mismos no admiten.

El problema no es del chiste, ni de la pintura, el problema como casi siempre es de los ojos y el cristal con que miramos y juzgamos, deformado con las muescas que arrastramos por el camino, contaminado por los intereses que nos poseen, a veces podrido y hasta opaco y muchas veces --demasiadas- rayado por un sin fin de creencias poco naturales.

El problema es dejar de mirar con ojos de niño para mirar más allá de lo que vemos, porque entonces el problema no es lo que vemos, sino nosotros.

* Abogada