Le llaman ‘sugar-dating’, un nombre excesivamente edulcorado para denominar una realidad equiparable a la prostitución. El contacto se desarrolla a través de aplicaciones legales, se expone como un simple intercambio de favores y los encuentros se enmarcan en una supuesta situación de normalidad, igualdad, libertad y beneficios para ambos. A nivel legal hay poco que decir. Aunque la aplicación que facilita las relaciones roza la legalidad, en principio se trata de encuentros libres entre personas adultas. Tampoco hay demasiado que añadir a nivel moral, cada cual es libre. Pero el fenómeno no deja de ser un síntoma más de la desigualdad social y de los caminos que algunos deciden o se sienten forzados a tomar. La desigualdad se hinca con más fuerza en las mujeres.