Estamos celebrando --el pasado viernes, Día del Ayuno Voluntario, hoy, colecta en todas las iglesias-- la edición numero 60 de la Campaña contra el Hambre en el mundo, de Manos Unidas. Fue un grupo de mujeres de Acción Católica las que respondieron en España a una llamada de la FAO en todo el mundo, organizando la primera Campaña contra el Hambre. Un grupo de mujeres audaces, concienciadas de la situación, dispuestas a la entrega y a la generosidad, las que comenzaron a escribir la hermosa historia de Manos Unidas. Su finalidad: luchar contra el hambre, el subdesarrollo y la falta de instrucción y trabajar para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos. «El mundo está mal repartido y la culpa no es de Dios, sino de los hombres que tienen lo necesario y mucho más, olvidándose de quienes no tienen ni siquiera para sobrevivir», afirma el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, en su carta pastoral de esta semana. Sería bueno que con motivo de los 60 años de Manos Unidas recordáramos sus columnas principales, su argumento central, en cuatro destellos urgentes. Primero, el hambre. Hoy, se estima que 821 millones de personas padecen hambre, mientras la humanidad, en los países del Primer Mundo, ha visto considerables adelantos en el ámbito de la medicina, la ciencia, las comunicaciones, la técnica y las infraestructuras. Los adelantos materiales suben, mientras la solidaridad se estanca o baja. Segundo, «el hambre es una palpable violación de los derechos humanos», afirma Fernando Chica, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA. «El derecho a la alimentación es realmente primordial, subraya, para que el derecho a la vida y todos los demás derechos humanos sean algo más que altisonante retórica. Si alguien muere prematuramente por el hambre, es imposible que se le aplique cualquier otro derecho». En tercer lugar, destaquemos que Manos Unidas surgió en el seno eclesial, como una organización de mujeres. Corría el año 1955, y en 1959, las mujeres de Acción Católica de España tomaron muy serio el problema, promoviendo en 1960 la Primera Campaña contra el Hambre en el Mundo. Por último, contemplemos la fuerza de Manos Unidas, institución que ha hecho honor a su nombre, empeñándose en sumar fuerzas, ideas, corazones, voluntades para ponerse de parte de los necesitados, para multiplicar las iniciativas solidarias a favor de las personas y pueblos más postergados. Su base social incluye a más de 83.000 personas: 76.000 socias, 5.160 voluntarias. Y detrás de esta institución eclesial, todo un batallón de personas que ofrecen su tiempo, sus fuerzas, sus ilusiones y su dinero, para intentar paliar el terrible problema del hambre. «Hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios», se decía en los primeros tiempos. Son «tres hambres» que gritan a la conciencia de la humanidad, para ser saciadas a base de verdad, de amor, de justicia y de libertad. Ojalá Manos Unidas seamos todos, desde nuestra pequeña generosidad.

* Sacerdote y periodista