La aparición --al fin-- de un partido --Vox-- de extrema derecha genuina, a cara descubierta, sin trampa ni cartón, sin solaparse con el conservadurismo, como hasta ahora venía sucediendo, es un signo de que nos estamos europeizando, pues éramos el único país del Viejo Continente que carecía de una sólida formación ultra que ya existe hasta en los Estados nórdicos, siempre aferrados a un centro izquierda que también conocemos con el nombre impreciso de socialdemocracia.

Dicha europeización de nuestro país, haciendo aflorar el facherío indeleble y reaccionario, al que, por lo menos desde las guerras carlistas del XIX le gusta una guerra civil más que los tocinillos de cielo al goloso, puede servir para mejor entender el panorama público que se abre de par en par ante nuestros ojos y para que, tanto el PP como Cs --sobre todo los primeros--, muestren a su propio electorado la auténtica naturaleza de sus designios, sin camuflajes ni edulcorantes añadidos. Así, sabremos, definitivamente, sin sombra de duda, si los populares tratan de hacerle la competencia a Vox, olvidándose en buena hora, de la autoadscripción al centro derecha que ni ellos mismos se creen, para condescender, como tantas veces hicieron, con el reaccionarismo de más pura cepa.

Según están las cosas en el presente, parece que se decidirán por la opción más dura, ya que el nuevo líder Casado, está como pez en el agua cortejando a Aznar, el expresidente más embustero de toda la democracia, que tiene en su debe, no ya las cuentas en B del partido conservador, sino las monumentales, las grandiosas, las excelsas mentiras del 11-M. y de las armas de destrucción masiva que propiciaron la guerra tecnológica del malvado Bush (jr) en Oriente Medio.

Mientras tanto, es posible --sería lo sensato-- que el veleidoso Cs tire lastre por la borda para diferenciarse de su actual socio preferente. Para ello tiene fácil la estrategia que puede hacerle transitar por el camino que abandonaron tras la moción de censura a Rajoy. Basta con que, en sede parlamentaria condenen, lo más pronto posible, el golpe militar del 36 y los subsiguientes 40 años de dictadura. Algo que jamás hará el PP aunque, con la aparición de Vox pueda perder un arsenal de votos que recibía de la reacción y que, en dos ocasiones, les proporcionó unas mayorías absolutas que en España, como la razón demuestra con nitidez, resultan tan soberbias como nefastas.

En fin, puede parecer una paradoja que la extrema derecha, recientemente destapada, represente y realice la clarificación política que tanto necesitábamos. Pero la verdad es que la Historia, a veces, también se escribe con renglones torcidos.

* Escritor