El cooperativismo es un modelo económico que permite a los pequeños ser grandes. Son sociedades que se constituyen para el bien común de los socios, sumando recursos y compartiendo costes, y reciben apoyo de la legislación y de las políticas de fomento a la economía social. Las cooperativas, que en sus inicios tienen el mismo riesgo de fracaso, resisten mejor las coyunturas que otros modelos de empresa, tal y como se ha visto durante la crisis. Y, en Andalucía y Córdoba, las agroalimentarias, principalmente del sector aceitero, tienen una larga tradición. En el 2017, las cooperativas agroalimentarias andaluzas facturaron 8.580 millones de euros, un 10% más que un año antes, demostrando su pujanza. Igual que las olivareras se han ido agrupando en estructuras de segundo grado que se convierten en grandes operadoras de los mercados (caso de Dcoop, que abarca ya toda Andalucía), Córdoba cuenta con Covap, que nació para comercializar la producción lechera y ofrece hoy numerosas líneas de trabajo. Como señaló ayer el ministro de Agricultura, Luis Planas, en su visita a la sede de Pozoblanco, es un ejemplo de excelencia del modelo cooperativo español. Ganar ese tamaño ha exigido solidaridad de los productores, disciplina en la gestión y miras puestas en la formación y la innovación. Un gigante económico de nuestra provincia que es el mejor exponente de la fuerza que pueden conseguir los pequeños al unirse.