A raiz del acto vandálico sufrido por la obra Con flores a María son muchas las cosas que se han dicho, pero creo que no se ha incidido suficiente en el meollo de la cuestión: la virgen como arquetipo de la mujer en nuestra sociedad judeo-cristiana que trasciende lo religioso, porque seamos creyentes o no, a todas las mujeres nos pertenece porque a todas se nos ha tratado de inculcar y a todas nos ha hecho daño, y ello en una dimensión social y cultural, no solo en la iglesia.

Una amiga, teniendo yo 15 años, discutía indignada con su hermano defendiendo que las mujeres no nos masturbábamos, eso era algo sucio solo de chicos; yo guardé silencio mientras me entristecía por ella... Otra amiga, ya con mas de 30 años y varios de matrimonio me confesó que no sabía si tenía orgasmos o no: le contesté que si dudaba es porque no los tenía. ¿Quién nos resarcirá el daño de reprimir y negarnos a nosotras mismas nuestra sexualidad? ¿Acaso no tenemos derecho legítimo a cuestionar ese arquetipo de madre pura y virginal? De eso va la obra de Charo Corrales, ni mas ni menos. No de reírse de los cristianos, no se cuestiona si la auténtica virgen (no la infinidad de vírgenes adoradas como semidiosas en el devenir pagano del catolicismo) fue madre de Cristo siendo virgen, ni su concepción sin pecado. Se trata de cambiar un ideal de mujer asexuada por otro de mujer real. No se usa para ello ningún objeto ni imagen consagrada al culto, solo un atuendo y una pose, un símbolo que nos pertenece a todas, ateas o devotas.

El arte se ha valido siempre de símbolos religiosos para otros fines, solo recordar el cuadro de Julio Romero de Torres, La Gracia, en el que una hermosísima joven desnuda es sostenida emulando al Cristo del descendimiento de El Greco. En pleno siglo XXI a otra pintora ese uso le ha costado muy caro, la destrucción de su obra, el escándalo, el miedo y una investigación penal. Parece que en lugar de avanzar, retrocedemos.