El pasado domingo, con cara de circunstancias, tras la mascarilla de la empresa de su mujer y mientras la mitad de Andalucía mostraba en su instagram la recogida de setas durante su soleado confinamiento, nuestro máximo gerifalte autonómico nos dio las nuevas y más estrictas normas para luchar contra la pandemia. ¿Alguien tiene aún dudas de que vamos a un nuevo confinamiento domiciliario? Pero esta vez ya no nos pilla de sorpresa y ahora sabemos qué hacer (o no) y por eso será distinto al anterior. Lo primero que cambiará es que, si se produce éste, los colegios permanecerán abiertos. «Son lugares seguros», dirán concejales, alcaldes, consejeros y diputados insolentes con la vergüenza justa para respirar, y claro que son seguros, pero no gracias a su labor. Quienes han convertido estos lugares en seguros han sido el alumnado y los docentes. En primer lugar, y mientras todos estos estaban de vacaciones, en el mes de agosto, los equipos directivos de todos los centros de Andalucía se afanaron en terminar los protocolos covid que desde la administración se les pedía para el comienzo del curso, y ahí estuvieron, meros docentes convertidos en técnicos de prevención, en concienzudos administrativos e incluso expertos en legislación, ya que el cambio de normas dependientes de otras normas de rango superior e igual de cambiantes, hacía que no se supiera si lo que se iba a aplicar era legal o no. En segundo lugar, llegó el comienzo de curso con el consabido y natural miedo por parte de los progenitores, que no tenían claro si llevar o no a los escolares al cole. Y la vuelta fue con reglas estrictas que todo el mundo respetaba, incluso los más pequeños, así se consiguió la seguridad en los centros escolares, no sin esfuerzo y tesón, ya que desde la administración los recursos seguían siendo los mismo de siempre, un pírrico presupuesto, sin enfermeras/os escolares, sin bajada de ratio, ni acondicionamiento de nuevos espacios, ni dotación de EPI’s (bueno, mandaron mascarillas y geles con logo autonómico, una vez). Ahora, cuando volvamos a estar encerrados en nuestra casa y por educación y vergüenza no salgamos a aplaudir a nuestros sanitarios, rotos y cabreados por nuestra insolidaridad y estupidez, lo mismo tendremos necesidad de buscar una excusa para asomarnos a nuestros balcones a respirar y así entretener las largas tardes de invierno, lo mismo deberíamos aprovechar ese momento para aplaudir a los nuevos héroes, nuestras hijos e hijos y a sus maestros y maestras.