La presidencia de la Comisión Europea se ha convertido en algo así como la joya de la corona de la arquitectura institucional de la Unión Europea, uno de los cargos más preciados e influyentes, que permite marcar la agenda y el ritmo político en el club. Un puesto que ha estado liderado de forma ininterrumpida por el Partido Popular Europeo desde hace tres lustros -el último presidente socialista fue el italiano Romano Prodi entre 1999 y 2004- y que socialistas y liberales quieren recuperar uniendo fuerzas.

Oficialmente el cónclave informal de líderes de la UE celebrado este martes en Bruselas era para hablar, 48 horas después de las elecciones europeas, del programa, las prioridades de la próxima legislatura y dar mandato al presidente, Donald Tusk, para empezar a negociar la renovación de la cúpula de altos cargos. Extraoficialmente, la pelea de nombres ya ha comenzado.

«Desde el 2004 no tenemos un presidente progresista de la Comisión. Es importante mostrar a los ciudadanos de Europa que hemos entendido su mensaje, que tenemos que cambiar las políticas» y «los socialdemócratas cuentan con el mejor candidato ahora mismo de todos los que se presentaron a las elecciones para poder liderar la presidencia de la Comisión Europea que es Frans Timmermans», ha reivindicado el presidente español, Pedro Sánchez.

El primer intento por dar forma a esta concentración social-liberal tuvo lugar durante la cumbre extraordinaria de Sibiu con los negociadores designados: el holandés Mark Rutte y el belga Charles Michel por los liberales, y el portugués Antonio Costa y Sánchez por la familia socialista. Estos cuatro dirigentes han vuelto a almorzar en petit comité este martes en Bruselas con un invitado adicional: el presidente francés Emmanuel Macron, que con 21 escaños en el grupo de liberales y demócratas será clave en la nueva coalición progresista que aspiran a poner en marcha como contrapunto a la ultraderecha.

Nuevo equilibrio / El objetivo es evitar que el PPE siga monopolizando las tres grandes instituciones que dominan la política en Bruselas y cuyos cargos han ocupado en los últimos dos años y medio: Jean-Claude Juncker (Comisión), Antonio Tajani (Eurocámara) y Donald Tusk (Consejo Europeo). Además, están en juego el alto representante para la política exterior de la UE, que recae en la italiana Federica Mogherini, y la presidencia del Banco Central Europeo, que ostenta el italiano Mario Draghi. «La composición del Consejo Europeo ha cambiado. Hace cinco años había dos primeros ministros liberales. Ahora tenemos nueve, así que es muy diferente», ha reivindicado el liberal Rutte.

Hace cinco años el Parlamento Europeo consiguió imponer su sistema de elección de cabezas de lista a la Comisión -el llamado spitzenkandidaten- con una decisión de hechos consumados que situó a Juncker al frente del ejecutivo y al socialista alemán Martin Shulz en el Europarlamento. Los resultados electorales a favor del PPE entonces eran indiscutibles.

Las tornas en el 2019 han cambiado. El PPE ha sido el partido más votado pero en claro retroceso. Sus 180 escaños, sumados a los 146 los socialdemócratas no les permitirán reeditar el pacto, que deberá buscar nuevos puntos de apoyo.

Los liberales afrontan la partida reforzados, gracias a sus 109 escaños, dispuestos a promover a la carismática comisaria danesa Margrethe Vestager. Se trata de una de sus apuestas junto a otro contendiente alternativo no oficial pero que se mantiene en las quinielas junto a media docena de nombres más: el negociador jefe de la UE para el brexit y miembro del PPE, Michel Barnier.