Tras recibir un nuevo respaldo del presidente Sánchez, Fernando Grande-Marlaska reiteró ayer en el Congreso su decisión de no dimitir, aguantando las gruesas imprecaciones que los partidos de la derecha le lanzaron por el cese del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos tras no informar a sus mandos del estado de investigaciones sobre la marcha del 8-M.

El titular del Interior reiteró en la sesión de control al Gobierno: «Este ministro ni nadie de su equipo pidió ningún informe a la Guardia Civil, ni tomar conocimiento de informe alguno».

Lo dijo en respuesta a las invectivas de la diputada popular Ana Belén Vázquez, quien le había espetado: «Me resulta increíble verle sentado ahí perdiendo su dignidad (...) Usted ya hoy no es un ministro sin prestigio, es un ministro acabado».

Rompiendo el silencio sobre el proceder del coronel cesado, Grande-Marlaska tiró de otro argumento en defensa del cese. Vázquez le había preguntado por las filtraciones desde la Comandancia de Madrid de un atestado preliminar sobre el 8-M. Y el ministro le contestó: «Ha dado de lleno en el núcleo central: se pidió ante esas filtraciones una indicación de lo que había ocurrido y por qué se había omitido a la cadena de mando esa circunstancia».

Para Grande Marlaska, aquella filtración es «injerencia en la actuación judicial y menoscabo del derecho de defensa. ¿No sabe usted —le dijo a la diputada— que una filtración es un delito de revelación de secretos?»

MÁS PAPELES / Un escrito del general Laurentino Ceña, exdirector adjunto operativo (DAO) de la Guardia Civil, tras el cese del coronel es ahora la nueva esperanza de la oposición para acorralar a Marlaska. El líder del PP, Pablo Casado, citó la expectativa: «Queremos ver la carta de dimisión del DAO, que va a ser muy interesante», le dijo a Pedro Sánchez.

Y Sánchez le contestó: «Ustedes atacan al ministro del Interior porque colabora con la justicia para acabar con la policía patriótica que pusieron en marcha».

Añadió el ministro que le trae «consecuencias tratar de desmantelar aquello en lo que el PP había convertido el Ministerio del Interior».

Para el portavoz de Cs, Edmundo Bal, en la Guardia Civil «serán recordadas las purgas de Marlaska». E Ignacio Gil Lázaro, de Vox, le tildó de «tramposo, inmoral y cobarde» por «cesar a un militar de honor».

Contestándoles, el ministro recuperó su primera versión del cese, insistiendo en que «se enmarca en la remodelación de equipos» en la Guardia Civil además de en «la pérdida de confianza». Además, tiró de la ejecutoria del Gobierno de Rajoy: «¿Fue legal que el señor (Juan Ignacio) Zoido destituyera a toda la cúpula de la Policía que había vencido a ETA? ¿Fue legal que el señor Zoido destituyera como DAO a uno de los generales más laureados de la Guardia Civil?»

Y subrayó la gravedad de las filtraciones de investigaciones policiales porque «causan indefensión, y juicios paralelos, como el que ustedes instan contra mí, y son delito», dijo, para insistir utilizando el argumento de la legalidad: «No, no voy a dimitir, por que no he cometido ninguna ilegalidad, ni yo ni mi equipo», insistió antes de realizar una llamativa afirmación: «Yo no he cesado al señor Pérez de los Cobos, sino el secretario de Estado a propuesta de la directora de la Guardia Civil».

MALESTAR CORPORATIVO / Los papeles internos del instituto armado han adquirido un inestimable valor comprobado cómo elevó la temperatura política la difusión de la nota con la que la directora de la Benemérita, María Gámez, pidió la destitución del coronel jefe de la Comandancia de Madrid. Sin embargo, fuentes de Interior le restan valor explosivo a esa otra comunicación que está por conocerse, la del exDAO Ceña.

El coronel Pérez de los Cobos está ya preparando un recurso contra su cese que, de prosperar, obligará a declarar a altos cargos de Interior. Lo estudia, de momento, el juez de instrucción número 11 de Madrid, Javier Pérez. Y mientras tanto, en los despachos de la Guardia Civil crece el malestar, pero no por los ceses, sino porque a base de elogiar a los mandos salientes, se denuesta por defecto a quien pasan a ocupar su lugar.