No hay duda de que internet y las redes sociales han sido los motores de la globalización y han contribuido a la construcción de un mundo más abierto e interconectado. Pero las ventajas de ese escenario sin fronteras llevan tiempo exhibiendo una cara preocupante. El reciente escándalo de la filtración masiva de datos de 87 millones de usuarios de Facebook, a través de la consultora Cambridge Analytica, supone una clamorosa evidencia de la fragilidad y vulnerabilidad de la red en la custodia de información personal. Muchas son ya las pruebas de que información robada pudo ayudar a Trump a llegar a la Casa Blanca. Pero el caso de Facebook debe servir para poner fin a la inocencia con la que a menudo el usuario accede al ciberespacio. Allí nada es invisible ni gratuito.