Tres mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en tres días en España. La frialdad de los datos arroja cifras que nos sitúan en plena emergencia. La estadística oficial confirma 49 víctimas mortales de la violencia machista en lo que va de año. El peor dato del lustro. Desde el 2003, cuando se creó el registro, ya son 1.024 mujeres asesinadas por esta lacra. Si incluimos a hijos o personas relacionadas con la víctima, las cifras se disparan. Una de las mujeres fue abatida a tiros. Otra murió degollada delante de su hija de 11 años en un acto de extrema crueldad, a lo que se suma que sobre el hombre pesaba una orden de alejamiento. No solo son asesinatos, también hay un especial ensañamiento con la víctima. Una violencia superlativa que se observa en otras manifestaciones machistas, como en las violaciones grupales que en los últimos años se están convirtiendo en un alarmante fenómeno, pues añaden a la degradación y cobardía de los delincuentes un menosprecio absoluto y cosificación de la mujer que no era habitual en nuestra cultura por mucho que las violaciones sean otra lacra en la que el silencio de muchas víctimas no oculta la magnitud de las cifras.

Los feminicidios son la trágica y definitiva punta del iceberg de un problema que se extiende por toda la sociedad y somete a miles de mujeres a existencias sumidas en el miedo y la opresión. Un machismo más o menos gradual que toma formas diferentes, pero que siempre está sustentado en una idea de control y poder. Cualquier mujer puede ser víctima. Las estadísticas muestran que no es cuestión de edad, nacionalidad o clase socioeconómica, pues en todas se producen estos crímenes execrables. Un triste abanico que demuestra que estamos ante un problema ideológico, no doméstico. Como tal, su abordaje debe ser una prioridad política.

En el marco de esta perspectiva social y política, resulta letal el negacionismo de la violencia de género. No es solo una burla de la realidad, sino que hace peligrar los logros obtenidos en materia de igualdad y siembra dudas donde solo debería haber certezas. Es absurdo cerrar los ojos a un hecho objetivo como es que muchas mujeres mueren por el hecho de serlo, por el concepto que sus maltratadores tienen de su posición.

Tres asesinadas en tres días, esta es la verdad indiscutible. Aún queda mucho por hacer y los paréntesis parlamentarios no ayudan a la implementación de tantas medidas obligadas y urgentes. El pacto de Estado contra la Violencia de Género fue ratificado en diciembre del 2017 y aún no se ha puesto en marcha en toda su amplitud.