El niño al que adaptaron la altura de la mesa para que pudiera jugar es hoy el hombre que se ha convertido en el máximo exponente del tenis de mesa español. Sus once títulos de campeón de España, así como sus 21 años formando parte del equipo nacional, entre tantos otros éxitos, le avalan. Ahora disfruta del tenis de mesa con la tranquilidad y la madurez que la experiencia le ha dado.

-Después de tantos años de éxito, ¿qué recuerda de sus comienzos? ¿A qué era lo máximo a lo que aspiraba?

-Recuerdo empezar con 7 años. Era muy bajito para la edad que tenía y, por eso, empecé jugando en una mesa con las patas cortadas. Me acuerdo de lo bien que me lo pasaba porque de todo el rato que estaba entrenando, la mayoría me lo pasaba haciendo el ganso. Luis siempre andaba detrás nuestra echándonos broncas porque íbamos solo a echar el rato como niños que éramos. Yo siempre me he ido marcando objetivos pequeños y asumibles. El que se marca un gran objetivo inicial corre el riesgo de pegarse un buen batacazo.

-Ahora en Priego se ha convertido en símbolo deportivo, pero este deporte no es agradecido con sus deportistas de élite por el ostracismo al que están sometidos. ¿Alguna vez le han dado a entender que no sería para tanto?

-Sí, todos los que hemos jugado al tenis de mesa sufrimos la típica frase de: «Yo fui campeón de la mili», o algo así, y te menosprecian en ese aspecto, es la cultura que hay en España sobre el tenis de mesa, se piensa que es un deporte recreativo. A muchos les llama la atención cuando les dicen que necesitan preparación física, porque siguen pensando que para este deporte no hace falta moverse. Y, bueno, si dices que te ganas la vida con esto ya ni te cuento. Esto solo pasa en España. Yo no le hago mucho caso a este tipo de comentarios.

-Pero no deja de ser muy complicado vivir de este deporte.

-Claro, eso es verdad. Tienes que estar en la élite y, además, solo te da para vivir en los años que estás

arriba. Cuando te retiras tienes que seguir buscándote la vida.

-También el tenis de mesa ha hecho de Priego un lugar con mucha afición por él. ¿Alguna vez le ha afectado la presión de jugar ante tantos aficionados?

-Sí, de hecho prefiero jugar siempre fuera de casa, me veo más cómodo. En Priego siento esa presión de dar a la gente lo que espera de mí, sobre todo en partidos que son muy importantes.

-España es un país que goza de bastante éxito deportivo a nivel internacional, sin embargo no ocurre lo mismo con el tenis de mesa. ¿A qué cree que se debe?

-Yo creo que no hay secretos. En España no entrenamos al nivel de los mejores. Para llegar a ser

un buen jugador a nivel absoluto hay que sacrificarse mucho, la prueba está en Álvaro y todo lo que está consiguiendo. Lo que es seguro es que eso te da la posibilidad de estar entre los mejores a nivel internacional, aunque no te asegure el éxito.

-Tiene once campeonatos de España a la espalda. Es para usted como el Roland Garros para Nadal. ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando lo disputa? ¿Ayuda a su confianza saber que el campeonato lleva prácticamente su nombre?

-Cuando era más joven e iba como el máximo favorito sí que sentía esa presión. Ahora no tanto, ya tengo 38 años y este año ha sido el que más he disfrutado y así será con los años que me quedan.

-¿Tiene alguna superstición deportiva?

-Sí, siempre intento jugar con el mismo color de camiseta, tengo una toalla que siempre la llevo o también me ha pasado bastante que varios jugadores quieren el mismo sitio en el vestuario que yo cuando va ganando, siempre vamos ahí a ver quien lo coge primero (se ríe).

-Si pudiese revivir un día de su carrera deportiva, ¿cuál sería? ¿Y cuál no repetiría nunca?

-Creo el día que jugué la final del preolímpico mundial en Catar, porque clasificarte para las Olimpiadas es algo muy complicado. También jugar las Olimpiadas. Son momentos que siempre voy a tener ahí, como cuando gané con 20 años el primer Campeonato de España. No existe ningún día en especial que no quisiera repetir. Soy un jugador que cuando gano y pierdo lo disfruto o lo sufro solo un par de días, para

lo bueno y lo malo no me dura mucho.

-Ahora está estudiando un Grado Superior de Administración de Empresas y Finanzas. ¿Por qué tomó la decisión?

-Porque creo que me va a venir bien para el futuro. Como se suele decir, «el saber no ocupa lugar», y me ha venido muy bien para desconectar un poco del tenis de mesa.

-Es un deportista que se pronuncia mucho políticamente en redes sociales. ¿Qué opinión le merece todo lo que ha pasado con Piqué o Nadal cuando lo han hecho?

-Yo creo que forma parte de nuestra condición como ser humano, como todos los demás, y podemos opinar. El hecho de que seas deportista no significa que tengas que estar callado. El tema está complicado con este periodo tan revulsivo en lo político que estamos viviendo en España y, a veces, es complicado mantenerte al margen. Mientras se haga con respeto y educación no tiene por qué ser malo.

-¿Cómo se ve dentro de unos años cuando la pala ya no sea el objetivo primordial?

-La verdad es que no me lo he planteado, pero supongo que mi vida seguirá estando ligada al tenis de mesa porque es lo que he hecho toda la vida y podré estar ayudando a otros jugadores que se quieran dedicar a este deporte; o estar dirigiendo en los despachos, ambas opciones me gustan.