Después de 40 años duendeando con la guitarra, Paco de Lucía tiene ya por fin su integral. Todas las perífrasis musicales del maestro absoluto del flamenco recogidas en un pack. Su malogrado compadre Camarón de la Isla murió antes de lograrlo. Hace años, Universal publicó una caja negra con el legado que elevó al cantaor a las nubes de la genialidad. Toda su discografía a la venta de un tirón. Pero la grandeza de aquella pareja irrepetible estaba cercenada. Faltaba hacer justicia con Francisco Sánchez Gómez, el hijo de Lucía.

Ahora todo está en su sitio. Nada es necesario para corroborar que el guitarrista gaditano es una deidad del jondo. "Cuando el estímulo para tocar es el hambre, es más fácil. Pero cuando es ser el mejor, te vuelves insaciable. Y más si eres tan exigente como yo", alardea De Lucía desde su paradisíaco retiro en Yucatán (México). El tocaor cuenta una anécdota que certifica su "enfermizo" afán perfeccionista: "Una vez escuché en el coche una alegría y pensé ´qué bien toca este tío´, pero cuando me reconocí, empecé a verle todos los defectos".

30 ANIVERSARIO

La fecha del lanzamiento coincide con el 30 aniversario de Entre dos aguas. "Ponían esta rumba en las discotecas. Fue demasiado para lo que tenía previsto que iba a ser mi vida". El tocaor aguantó mucho tiempo la vorágine del éxito, pero un día decidió afincarse en esas playas en las que lograba perderse en el remanso del anonimato. Allí se dedica a la pesca submarina y la jardinería. Y a crear. Antes de que acabe el año, sacará al mercado un nuevo compacto, del que nada quiere revelar.

Mientras tanto, los fans de su vertiginosa pulsación pueden consolarse con un compacto con grabaciones inéditas, sólo disponible en esta integral, sus 25 discos remasterizados y su biografía, firmada por José Manuel Gamboa y Faustino Nuñez. Este último, musicólogo y seguidor acérrimo del instrumentista, rescata un episodio tan impactante como olvidado. Corría el año 76. En televisión, Jesús Quintero le preguntó qué mano es más importante para tocar. "Paco contestó: la izquierda es la que busca, la inteligente, y la derecha, la que ejecuta". Sus palabras se interpretaron en clave política. A los pocos días, en la Gran Vía madrileña, "un grupo de ultraderecha le pisoteó los dedos". No se los destrozaron porque unos desconocidos pararon la agresión. Hasta entonces, todo los ataques que recibía procedían de "los talibanes flamencólogos", recuerda Muñoz. Unos puristas que se escandalizaban con sus continuas osadías. La primera: cambiar la posición de la guitarra. "Cuando actué en el teatro de la Zarzuela con la pierna cruzada dijeron que no tenía vergüenza --explica De Lucía--. Desde el principio vi que el flamenco podía tener un lenguaje mucho más amplio que esas 10 palabras, siempre que se mantuviera la esencia".

La concepción del toque cambia cada vez que saca un disco. Cuando sus discípulos asimilan sus enseñanzas, le da una nueva vuelta de tuerca a su creatividad. Ha dialogado con la música brasileña, la clásica de Falla, Rodrigo y Albéniz, el jazz de Pedro Iturralde, Chick Corea, John McLaughlin, Al Di Meola y Larry Coryell. "Si supiera solfeo habría escrito sinfonías", sostiene Muñoz.

"Con John McLauglin llegué a creerme Dios. Fue quien me reveló que con la técnica de las escalas podía abordar más acordes", reconoce el tocaor que introdujo el bajo, los bongos, el saxo y el cajón peruano en el jondo. "Requiere más esfuerzo un silencio bien puesto que una escala vertiginosa", afirma este genio atrapado en las cuerdas de su guitarra. Un revolucionario sin el cual no se entendería el flamenco de hoy. Ni el de mañana.