El curso escolar se retoma en el día de hoy y, mientras algunos docentes siguen sometiéndose a las pruebas de detección del covid-19, alumnos y profesores vuelven a clase tras unos días de descanso. Sin embargo, no todos han roto el vínculo con los centros educativos estos días de luces de Navidad, celebraciones familiares, regalos, y reencuentros. La realidad persiste y se agrava año tras año en los barrios más pobres de nuestra ciudad. En el Sector Sur, Moreras y Palmeras, 190 menores se han beneficiado estos días no lectivos de un programa que ofrece escuela en Navidad y comedor impulsado por Adsam y promovida por la Delegación de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Córdoba, para garantizar que tengan varias de sus necesidades cubiertas. Entre ellas, el alimento básico y el ocio saludable.

Estos chicos y chicas, derivados por Asuntos Sociales, de entre 3 y 16 años tienen en común las grandes dificultades que experimentan en el día a día para poder, entre otras cuestiones, llevar una alimentación equilibrada. La desigualdad siempre se ceba con los más débiles y, aunque no todos los participantes viven en situaciones de extrema necesidad, según apunta Marisa Muñoz, coordinadora del programa, sí que todos se encuentran en riesgo de exclusión social. Estas fiestas, han asistido al cole entre las 10 y las 14 horas, pero, algunos, para que sus familias pudieran conciliar, accedían a las 8.30 y salían a las 14.30 horas. Durante su jornada han jugado con su grupo burbuja de diez alumnos, han hecho manualidades, se han divertido en el patio, han trabajado habilidades sociales a través de dinámicas y algunos días han ido de excursión al zoológico, al campo o al jardín botánico.

Francisco Fernández, monitor de la escuela responsable del grupo de los adolescentes que en el momento de la visita jugaban al pin-pon y ayudaban a organizar la comida, explica que se han atendido a las propuestas de los jóvenes sobre las actividades que quieren desarrollar estos días. «Planteamos las actividades con un ambiente muy lúdico, siempre respetándonos y respetando las medidas de seguridad, pero con la diversión como fin, especialmente en estas fechas». Fernández se alegra de haber participado en esta edición y cuenta que en su grupo se puede trabajar «cualquier cosa» y el ambiente es «muy participativo». «Estos chavales, por el barrio en el que están necesitan más talleres con este propósito que les ayude a distraerse y a divertirse de manera saludable».

En esta línea, Ruth Speight, educadora social y monitora en este programa, cuenta que en la escuela de Navidad el objetivo es que los chicos y chicas pasen las fiestas de la mejor forma posible, que se diviertan y que aprendan y fortalezcan cuestiones como «el respeto a los demás y el trabajo en equipo». Speight que es vecina de la zona Sur y durante su infancia fue beneficiaria de varios programas de Adsam cerciora que durante su labor «está devolviendo con ilusión parte de lo que a ella le fue dado». Su situación, como la de varios monitores trabajadores del programa, sirve de inspiración para varios de los alumnos que son rotundos al afirmar que «les gustaba ayudar durante la mañana porque su objetivo es terminar siendo monitores».

Entre ellos, dos chicas cada día dedican parte de la jornada a organizar el alimento que más tarde se llevan a sus casas. Aunque en año anteriores el comedor escolar se mantenía presencial en el colegio, esta edición por motivos de seguridad, al término de la jornada se han repartido bolsas que han llevado a casa donde comen con sus familias. Este año, además de las bolsas diarias, también se han llevado desayuno, almuerzo, merienda y cena para los festivos y fines de semana.

«La alimentación que se le entrega es muy sana, suele haber mucho guiso, frutas, lácteos y está a cargo el cáterin La Abuela Ana, que provee durante el curso a varios comedores escolares cordobeses. Esta es una manera de ayudar a las familias y de aliviarlas económicamente, especialmente durante esta crisis», concluye Muñoz.