«Buscáis la fama, pero la fama cuesta». ¿Recuerdan esa mítica frase de aquella serie televisiva de los 80? Pues su eco aún resuena en las escuelas de arte dramático. «Todos vienen buscando cumplir su sueño, subirse a los escenarios y recibir el aplauso del público, convertirse en estrellas», explica la profesora de la ESAD de Córdoba Carmen Arribas, «aquí les enseñamos que para alcanzar el éxito se requiere mucho esfuerzo, constancia y trabajo en equipo, les ponemos los pies en el suelo». Ser actor es una profesión de alto riesgo mental porque exige tener la cabeza muy bien amueblada para poder afrontar múltiples vaivenes sin desfallecer. «Un día estás arriba y, al día siguiente, nadie te contrata». Por eso, lo mejor es «tener cuantas más herramientas mejor», insiste Arribas, «formarse continuamente y tener mucha sed de conocimiento». Aunque hay actores autodidactas que no han pasado por ninguna escuela, formarse en la ESAD da la oportunidad de iniciar el camino con mimbres mucho más sólidos. Al terminar, los alumnos no solo se llevan un título universitario sino una «maleta», como la llama Arribas, con la que potenciar el talento que cada uno tenga de base. «Aquí se educa el cuerpo, la voz, pero los alumnos también aprenden historia del arte, dramaturgia, caracterización, literatura, música, expresión corporal, danza, esgrima, acrobacia...».

ÁLEX FUENTES, 24 AÑOS // Tenía pensado estudiar Arquitectura, pero está a punto de acabar cuarto de Interpretación. «Mi primer contacto con el teatro fue en Bachillerato, a raíz de una obra de Plauto, Aulularia (La comedia de la olla), en la que hacía de cocinero», explica. «Siempre me ha gustado mucho el cine, pero era un ignorante del teatro». Pese a ello, sus dudas le llevaron a hacer un curso de teatro amateur y «después de la Selectividad abandoné la idea de hacer Arquitectura e hice las pruebas de acceso». Inquieto, asegura que tenía muchos campos abiertos y que se decidió con ayuda de su hermano, que le ayudó a ver sus posibilidades. En casa, nadie su opuso, salvo su abuela, que creyó que bromeaba cuando la informó de sus intenciones. «Hasta ese momento yo mismo había visto esto como una afición, no como profesión», confiesa. Sereno, pausado, aparentemente tímido, los que lo han visto actuar aseguran que se transforma en el escenario. Después de cuatro años, cree que la escuela lo ha cambiado. Para mejor. «Antes era bastante individualista y en la escuela he aprendido a trabajar en equipo, he ganado autoestima y seguridad y he dejado atrás muchos prejuicios». Su plan ahora, montar algo, trabajar en compañías de laboratorio teatral, construir un proyecto propio. «Tengo claro que en gran medida mi futuro depende de mí, si no te mueves y no te adaptas a la situación, si no haces que sucedan cosas, no pasará nada».

CINTHYA PRIEGO, 22 AÑOS // Cinthya lleva toda la vida cantando y bailando, así que cuando dijo aquello de mamá quiero ser artista, en su casa nadie se sorprendió. Se matriculó en Educación Infantil, pero se salió de la facultad poco después de entrar y se fue directa a la ESAD. Con una voz privilegiada, según sus profesores, ha cantado en orquestas y, ahora que el periodo de formación académica toca a su fin, va a probar suerte y el 2 de julio se presentará a los cásting de Operación Triunfo. «¿Quién sabe?», dice con su amplia sonrisa abierta de par en par, «yo soy feliz en el escenario». Su verdadero sueño es «trabajar en musicales o en telenovelas mexicanas». Como suena. Lo tiene clarísimo, aunque para ello tenga que instalarse al otro lado del mundo. «Me he criado viendo esas teleseries y sé hablar con acento mexicano, me encanta». A pocos días de decir adiós a la escuela, siente «ilusión y a la vez pena y mucho miedo» de que esta etapa acabe. «Aquí estamos protegidos, en la calle no sabes lo que te espera, pero es lo que toca».

JUANAN RUIZ, 26 AÑOS. // Juanan se crió en un pueblecito de Barcelona. Recuerda que, siendo un niño, ganó unas entradas para una obra de teatro sobre Navidad. «Había un diablo que quería aguar las fiestas», recuerda, «ese mundo me fascinó, yo quería ser el malo de la obra», dice mientras se ríe a carcajadas. Por lo visto, todos los actores quieren hacer de malos. «Los malos tienen más matices, dan mucho más juego». Poco después, cuenta, vio en televisión la serie Betty la fea y comunicó a su madre que de mayor sería peluquero y artista. «Mi madre no me prestó atención, pensó que eran cosas de niño». No fue así. Después de estudiar el grado medio de peluquería mientras hacía sus pinitos en teatro con un grupo amateur, luego hizo el bachillerato de Artes Escénicas y acabó matriculándose en Arte Dramático. «El paso por la escuela es duro, pero entré aquí siendo una persona y me voy siendo otra», relata convencido. «Aquí ten enseñan a amar el teatro, a tener disciplina, a respetar a los compañeros y a trabajar en grupo», detalla, «y puedo decir que es duro». Según su experiencia, lo que más le ha costado es «no tener vida social, porque he vivido aquí cuatro años, esta ha sido no mi segunda casa, la primera». También se muestra crítico sobre la ciudad. «Es increíble que en la misma calle estén el Conservatorio de Música, el de Danza y la Escuela de Arte Dramático y no seamos capaces de montar espectáculos combinando las tres artes, saldrían espectáculos maravillosos». Aún no ha terminado y ya tiene proyectado trabajar con una compañía, Sauco. «Vamos a preparar La dama del alba y Cerdos». Sobre el futuro, coincide con los demás en que siente «miedo» porque «ganar dinero en el teatro es muy complicado, solo se gana en el cine y en la tele y ahí es muy difícil entrar». No descarta trabajar en otra cosa. «¡Tengo que comer!», exclama, «y, si quiero dar el salto a otra ciudad, no me quedará otro remedio».

MARÍA MORAL, 19 AÑOS // María tiene 19 años y está todavía en segundo. «Me vine de Jaén porque esto es lo que me gusta, soy muy nerviosa y de pequeña siempre estaba haciendo todo tipo de actividades», comenta. «Cuando dije lo que quería hacer me dijeron que adelante, si lo piensas estamos en un momento en el que ¿qué carrera tiene salidas? Por eso, lo mejor es hacer lo que a ti te llene». De momento, no tiene miedo al futuro. «Lo veo lejos, a mí aún me quedan dos años», bromea, pero ya sabe por dónde buscará. «Quiero hacer teatro físico, partituras de movimiento y crear mi compañía» y eso que lo más duro hasta ahora ha sido precisamente «la danza y el cansancio físico».

PILAR ESQUIVEL, 23 AÑOS // Pilar solía ser el centro de atención en todas las reuniones familiares. «Hablaba mucho con todo el mundo, bailaba, cantaba», explica, «con doce años me compraron una cámara de vídeo y me puse a grabar a todo el mundo». Le gusta el cine, el teatro y la televisión, pero, a punto de terminar sus estudios, se plantea dedicarse a la docencia. «Me gustaría ser profesora aquí, en la escuela, hay personas que me han enseñado mucho, a las que admiro y creo que esta es una función muy importante», asevera, «aunque no quiero dejar el teatro de lado, ni la dramaturgia, estoy escribiendo cosas y lo disfruto mucho, no descarto nada».

JOSÉ MANUEL REINA, 24 AÑOS // José Manuel también es actor vocacional. Se define como un espíritu «inocente, alegre y libre» que siempre tuvo «intuición por el arte». «En mi familia, salvo mi padre y mi madre, canta todo el mundo y siempre se ha vivido la música, yo empecé con seis años, primero con copla y flamenco y después en orquestas y lírica». Se recuerda cantando con su hermana en cualquier reunión familiar. «Éramos como Pimpinela», dice entre risas. A los diez años José Manuel probó el teatro «y todavía no he parado». Pese a tener tablas, decidió formarse. «Hay mucho intrusismo en esta profesión, pero hay que estar preparado». De su paso por la escuela se lleva «muchos amigos y muchas horas de aprendizaje que me han ayudado a completar mi expresión corporal... Seguro de sí mismo, tiene pensado irse a Madrid a probar suerte, hacer muchos cástings y mejorar como transformista. «Mi personaje es Imperio Reina y no descarto algún día ir a Got Talent o algún concurso», comenta. Quién sabe si alguno de estos jóvenes que ahora empiezan a volar serán estrellas de algún cartel de cine. El futuro está por escribir.