Al bailarín y coreógrafo Antonio Ruz (Córdoba, 1976) le sonríe el trabajo. Fundó su propia compañía en Madrid en el 2009 y tiene en la actualidad cuatro proyectos en marcha, tras el estreno de su última obra, Electra, un encargo del Ballet Nacional de España.Dos de estos proyectos son para este año, un estreno en Suiza, a petición del Festival de Zurich, y el segundo es Presente, un montaje de la compañía de este cordobés, que se estrenará en los Teatros del Canal de Madrid en octubre. Además, para el 2019 Ruz tiene otros dos encargos, uno del Auditori de Barcelona y una zarzuela en Madrid.

Tenía solo siete años este bailarín cuando su abuela Antonia le regaló un curso de sevillanas en la escuela de Mariví y Antoñín, en Ciudad Jardín, barrio en el que se crió. De ahí pasó a la academia de Concha Calero y Merengue de Córdoba y posteriormente al Conservatorio de Danza de Córdoba, cuando decidió dedicarse a la danza y al ballet clásico. A los 16 años se marchó a Madrid, con una beca para formarse en la escuela de Víctor Ullate. Y con 25 años dejó España para trabajar y aprender en el ballet del Gran Teatro de Ginebra y en el ballet de Ópera de Lyon. Posee varios premios, entre ellos El Ojo Crítico, que entrega RTVE; el premio a la mejor coreografía de la asociación andaluza de profesionales de la danza y el galardón a la mejor interpretación en el certamen Burgos/Nueva York.

-¿Procede de familia de artistas?

-Que yo sepa ninguno de mis antepasados se ha dedicado profesionalmente a disciplina artística alguna, aunque mi bisabuela Leonor era una gran aficionada a la música. Tocaba la guitarra, el laúd y adoraba cantar. Aún conservamos canciones y villancicos que ella les enseñó a mi madre y mis tías. También mi abuelo paterno, Eduardo, era cantaor aficionado en las peñas de Montalbán y Manuel Vallejo le invitó a unirse a su compañía. Toda mi familia es de Montalbán y se dedicaba a la agricultura.

-¿Cómo recuerda su etapa en el Conservatorio de Danza?

-Estudié cinco años en el conservatorio. Recuerdo perfectamente la prueba de acceso con su director, Luis del Río, el olor de las aulas y el patio del edificio. Eva y Nuria Leiva fueron las profesoras que más me marcaron. Aprendí muchísimo con ambas y, gracias a ellas, empecé a estudiar ballet clásico, con la gran maestra Araleo Moyano, una de las personas más importantes en mi carrera, ya que al apreciar mi talento convenció a mis padres para que me dejaran estudiar en Madrid. También en esos años tomé clases con Javier Latorre.

-Con 16 años, becado en la escuela de Víctor Ullate. ¿Fue duro vivir solo tan joven en Madrid?

-Al principio no fue fácil, pero no me arrepiento. Llegué a Madrid con el sueño de ser bailarín y eso me mantenía fuerte. Estuve dos años en la escuela de Ullate y siete en su compañía, en la que acabé siendo primer bailarín. Además de formarme como bailarín clásico, cogí muchas tablas, aunque tuve lesiones importantes que me obligaron a parar varias veces. Estuve de gira por todo el mundo. Siendo muy joven viví experiencias que llevo conmigo hasta hoy. Con 25 años me marché al extranjero, para conocer otras culturas, bailar para otros coreógrafos, aprender idiomas. Primero estuve en el ballet del Gran Teatro de Ginebra y luego en el ballet de Ópera de Lyon.

-¿Durante su etapa en el extranjero comenzó con su faceta de coreógrafo?

-En Ginebra nos dieron la oportunidad de crear con los propios bailarines del ballet. En el 2001 presenté mi primera coreografía 1 Calvario, homenaje muy personal a la Semana Santa andaluza. También en Suiza, concebí junto al bailarín Bruno Cezario la coreografía Heidi, particular versión de la obra de Hanna Spiri que estrenamos con éxito en Río de Janeiro en el 2003. Estas piezas despertaron en mí el interés por la creación y desde entonces no he parado de idear coreografías.

-Además, desde el 2007 viene colaborando con la famosa compañía Sasha Waltz and Guests, de Berlín, primero como bailarín y ahora como coreógrafo.

-Efectivamente, en los últimos años, mi labor con esta compañía es la de asistente de coreografía. Soy director de ensayos de dos de sus espectáculos que siguen de gira y viajo a Berlín para trabajar con ellos varias veces al año. Esta colaboración es crucial en mi carrera, es una fuente aprendizaje y mi contacto directo con la escena actual europea. También en Berlín he tenido el privilegio de colaborar estrechamente y en varios proyectos con el bailarín, director, coreógrafo y músico Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, uno de los artistas más influyentes e importantes en mi universo creativo.

-¿Qué otras colaboraciones viene llevando a cabo?

-Con la Junge Deutsche Philharmonie tuve el reto de hacer bailar a 80 músicos jóvenes. Por otro lado, mi relación profesional con la compañía de danza española Estévez-Paños ha dado muchos y buenos frutos. Hemos forjado nuestra carrera juntos, los admiro y respeto profundamente. Con LaMov de Zaragoza monté Ostinato, mi primera obra de gran formato, y en el conservatorio de Granada he creado dos piezas y allí me siento siempre apoyado, valorado y respetado.

-Sus colaboraciones también han sido con el mundo del teatro, con Andrés Lima y Miguel del Arco.

-Fueron experiencias de mucho aprendizaje. Ver dirigir de cerca a grandes como Carmen Machi, Nathalie Poza o Javier Gutiérrez y trabajar con ellos fue muy inspirador. El año que viene colaboraré con otro gran autor y director, Alfredo Sanzol. El cine se me resiste por ahora, pero llegará porque me apasiona.

-¿Le han planteado realizar algún espectáculo con su compañía en Córdoba?

-Si me ofrecen la oportunidad y siento que hay interés real desde las instituciones, estaré encantado de dirigir un espectáculo 100% cordobés. Llevo casi 10 años produciendo trabajos propios y creando piezas por encargo. Creo que ya no tengo nada que demostrar. Curiosamente, hace días tuve una oferta para el futuro, pero no hay nada concreto.

-¿Le gustaría actuar en el Gran Teatro (tras su reforma)?

-Desde que fundé mi compañía en el 2009, he tenido apoyo del Instituto Municipal de las Artes Escénicas (IMAE) y he presentado mis trabajos No Drama y Ojo y Vaivén en el teatro Góngora; Double Bach, en la sala Orive y La Consagración, de Estévez-Paños, en el Gran Teatro, como coreógrafo y bailarín invitado. En el Gran Teatro espero presentar muy pronto uno de mis recientes trabajos.

-¿Qué tipo de obra le gustaría estrenar en su tierra?

-Si algún día llevo a cabo algún proyecto producido en mi ciudad y por mí, me gustaría huir de los tópicos. Córdoba tiene una riqueza y legado cultural infinito que hay que poner en valor, pero desde lo universal. Me imagino una obra coreográfica, musical y escénica, un montaje multidisciplinar con artistas cordobeses consagrados y con jóvenes emergentes. Sería interesante colaborar con la Orquesta y Coro de Córdoba, con el conservatorio y escuelas privadas. Crear sinergias entre instituciones y usar recursos con los que la ciudad ya cuenta.

-Hábleme de su último éxito, ‘Electra’.

-La acogida de Electra en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en diciembre fue fantástica y aún sigo recibiendo buenos comentarios. Tuvimos once funciones con el teatro lleno y muy buena respuesta de la crítica y el público. He trabajado más de un año y medio en este proyecto, me he entregado en cuerpo y alma. Electra ha supuesto un antes y un después en mi carrera. Aunque fue un encargo del director del Ballet Nacional de España, Antonio Najarro, es mi idea original y me he involucrado en todos los aspectos de la obra, desde la composición musical a la escenografía o el vestuario. Con este proyecto, el BNE buscaba claramente un cambio de registro hacia lo contemporáneo y creo que hemos cumplido las expectativas con creces.

-En ‘Electra’ se rodeó de varios cordobeses, como la también bailarina Olga Pericet.

-Conté con Olga por pura admiración y porque sabía que daría a la obra ese toque más flamenco y personal que necesitaba. Su trabajo en Electra ha sido impecable y, aunque, era la primera vez que trabajábamos juntos, espero que no sea la última. Actuaba a su vez el también cordobés Antonio Correderas, bailarín de la plantilla del BNE, con mucho talento y generosidad.

-Compagina la coreografía con la docencia. ¿Cómo se organiza?

-Dependiendo del periodo, suelo ensayar unas cinco horas al día y el resto del día lo dedico a reuniones, trabajo de preparación de proyectos o temas de oficina. Tener una compañía privada en los tiempos que corren es casi una proeza. Llevo unos años como profesor invitado especialista en el conservatorio superior de danza María de Ávila de Madrid y, siempre que puedo, imparto talleres puntuales en otros conservatorios o centros de danza.

-Desde Luis del Río o Blanca del Rey, ¿sois muchos los cordobeses que hacéis famosa a Córdoba por destacar en la danza?

-La danza en Córdoba ha dado y sigue dando buenos nombres y la ciudad tiene todo para ser un referente en Andalucía, pero lamentablemente no se fomenta mucho lo local y las pocas iniciativas que hay no terminan de cuajar por miedo a la falta de público. Por experiencia sé que la danza mueve masas, pero solo hay que saber comunicarla, invertir en su difusión, observar formatos exitosos en otras ciudades. En los últimos años he podido mostrar mi trabajo en Córdoba y cuando he ofrecido algo se me ha tenido en cuenta. Que reconozcan y valoren tu trabajo en tu tierra siempre hace ilusión. Tarde o temprano, las cosas llegan.

-¿Se asocia más el ballet y la danza en Córdoba al flamenco que a lo contemporáneo?

-Puede ser. Siempre ha habido más tradición y enseñanza flamenca o de danza española. Por la escuela de ballet de Araleo Moyano hemos pasado muchos de los que ahora somos profesionales. Espero que la futura incorporación de la especialidad de danza contemporánea en el conservatorio traiga a nuevos profesionales y dinamice el sector.

-¿Es muy complicado sacar adelante un montaje por la falta de ayudas públicas y privadas?

-Producir una obra como compañía privada significa entramparse, pedir créditos y adelantar dinero de tu bolsillo. Por suerte, algunas compañías podemos, aunque no siempre, recuperar la inversión que hacemos para montar nuestros espectáculos gracias a algunas ayudas públicas. Pero son procesos tediosos y complejos que no siempre funcionan y que no permiten una continuidad del trabajo. Solo podemos pensar en objetivos a corto plazo, por proyectos concretos. Eso nos hace siempre estar en la cuerda floja porque la danza sigue recibiendo menos apoyos y subvenciones que otras disciplinas. Esta profesión es una carrera de fondo. En otros países europeos se está impulsando cada vez más el patrocinio privado para la danza. Las empresas invierten en danza, en cultura y, a cambio, obtienen muchos beneficios.