Resulta casi imposible pensar en lo insignificante que puede llegar a parecer una persona porque, cuando no te queda nada, el significado de tu vida se pierde por completo. Pero aún queda una esperanza detrás de todo. Aún queda gente que puede ayudar y convertirse en tu día a día, en tu casa. «La lucha contra la pobreza y la exclusión social de mujeres, hombres, niños y niñas que viven en países empobrecidos», ese es el objetivo de Prolibertas, una fundación sin ánimo de lucro, promovida e impulsada por la Orden de la Santísima Trinidad Provincia España-Sur, creada en el año 2001 en la ciudad de Córdoba.

La fundación

Con su lema «Gloria a la Trinidad y a los cautivos libertad», abren su página oficial. Construyendo historias de vida y mostrando su lado más humano, la Fundación Prolibertas está dispuesta a seguir ayudando y mejorando la calidad de vida de todas las personas que lo necesitan. No solo en Córdoba, sino en otras ciudades de España e incluso en determinados territorios de Europa, y en otros países del mundo como Argentina, Bolivia, Perú, Chile o Madagascar promueven su actuación social y ejercen su actividad de acuerdo a sus fines.

En la capital cordobesa, Fundación Prolibertas cuenta con el Comedor Social Trinitario San Juan Bautista de la Concepción y el Centro de Día Casa Libertad. En ellos ofrece alimentación, ropa, aseo, talleres e incluso estancia diurna. Todos se unen para cubrir las necesidades que toda persona debe tener atendidas. Libertad, igualdad y dignidad. Tres metas o misiones que incluyen en su programa y que, por supuesto, están dispuestos a cumplir para favorecer a los que más lo necesitan.

Ahora, se celebra el aniversario del Comedor Social de Prolibertas. Un proyecto creado en 1989, que se unió a la Fundación Prolibertas en el 2004 por su alta demanda y su gran fuerza social en la ciudad de Córdoba. Treinta años con una función, «dar de comer a las personas que lo necesitan», así lo define José Luis, el superior de la Casa de los Trinitarios. «Se comenzó dando comidas y ahora se ofrece mucho más, desayunos, comidas, meriendas y duchas», aclara.

Este año, la actuación social de Prolibertas ha sido valorada con el Premio Rastreator por el proyecto Alimentando Esperanzas. Cobertura de Necesidades Básicas para personas en riesgo de exclusión social; el Premio Turismo 2019 del Campo de Gibraltar, por la trayectoria formativa de la Escuela de Capacitación y Emprendimiento Hostelero en Algeciras; y la distinción Hermano Bonifacio en la categoría de acción social de los Premios Ricardo López Crespo.

Sus principales áreas de intervención son «la capacitación e inserción socio-laboral, la dotación de infraestructura educativa, sanitaria y de acceso a agua potable, las estrategias de desarrollo comunitario y la promoción de los derechos, entre otras», explican en su página web oficial.

La base de Prolibertas

Incluyen, innovan y cooperan al desarrollo y a la sociedad, siendo el voluntariado un pilar fundamental que «contribuye a desarrollar y fortalecer los programas que se llevan a cabo». Realizan actividades de acompañamiento, sensibilización, comunicación y formación, así como propuestas deportivas, de ocio y tiempo libre.

Cada día, en torno a 70 u 80 personas voluntarias acuden al comedor social, dando todo por aquellos que necesitan un hogar. Es el caso de María Teresa Romero, una mujer trabajadora y madre de cuatro hijos que necesitaba más en su vida y decidió ser voluntaria. Ya son 16 años los que lleva en esta casa y explica que siempre viene «muy a gusto y por voluntad propia». Los servicios a las familias y al resto de los demandantes han crecido y, con ello, el número de voluntarios. «Detrás de todo lo que se ve, hay un trabajo y una distribución muy grande», afirma María Teresa al atender a este periódico.

«La mayoría de nuestros programas van destinados a población reclusa o exreclusa. Trabajamos, sobre todo, en la cárcel, con personas que están privadas de libertad o no tienen familia, por lo que no tienen oportunidades serias de hacer viable una incorporación social efectiva», aporta Eduardo García, que es el delegado de la Fundación Prolibertas en Córdoba. En casos como los mencionados, ejercen su labor todos los voluntarios que acuden a la fundación cada día y el nivel de satisfacción es enorme. Aprovechan para ayudar a los que lo necesitan, pero también para ayudarse a ellos mismos.

El Comedor Social de los Trinitarios es una casa. Una familia para todas las personas que no la tienen. Escuchan y atienden a todos los ciudadanos con necesidades especiales. Tan especiales como imprescindibles para vivir. Son voluntarios que se ponen en la piel de cada uno e intentan hacer todo lo posible para que su vida sea mejor.

Día a día

De este modo, Paco lleva un año siendo usuario y su vida ha cambiado por completo. «Las cosas vinieron mal y gracias a ellos tengo una familia estupenda», señala. La vida no le ha sonreído lo suficiente y, ahora, pasa sus noches durmiendo en un coche de lunes a domingo. Aunque, por suerte, tiene un plato de comida caliente cada día. «Yo vengo de la calle y cuando entro aquí, me siento persona, me siento respetado. Es el único sitio donde estoy a gusto», asegura.

Gracias a todos los que hacen posible este tipo de fundaciones, las personas que no encuentran un hueco en este mundo son capaces de sobrevivir y volver a ser alguien en esta sociedad tan cruel.

Nicolás, aunque tiene su familia, también es usuario de la fundación y se considera un «solitario». «La familia tiene que estar en todos los momentos y ellos me ayudaron a través de Cáritas a levantarme y no caer», manifiesta.

«Al fin y al cabo, son personas sin recursos y que por circunstancias no pueden comer en sus domicilios o no tienen dinero para ello», comenta David Lino, coordinador del Comedor Social Trinitario. También es una fundación que apuesta por una mejora en sus comedores e infraestructuras. «A estas personas no les faltará de nada, pero las necesidades siguen siendo las mismas y nos está costando», afirma Lino. A pesar de que consiguen fondos propios vendiendo productos con el programa Libertiendas, la familia está creciendo, ya son 30 años y cada vez es necesario mayor voluntariado y unos recursos mínimos para todos los que piden ayuda. Así, en busca del concepto de «empleabilidad», Prolibertas trabaja en La Escuela de Capacitación y Emprendimiento Hostelero para complementar la formación y reinserción de las personas usuarias que forman parte de ellos. No están dispuestos a cerrar la puerta a nadie, sea como sea, con discapacidad o no. «La trayectoria vital de toda persona está vinculada a nosotros», aclara el coordinador del comedor social. «Ser normal» no encaja en su programa, porque, qué significa ser una persona normal. Todos somos normales y todos tenemos derecho a llevar una vida lo más feliz y justa posible.