Se llama John Helm, pero en Córdoba la gente lo conoce como Juan Rubio. Lleva veinte años viajando desde New Jersey para disfrutar de la Feria de Córdoba desde que en 1999 se quedó prendado de esta fiesta. Estudió Biología en EEUU pero nunca fue biólogo. Ha sido empresario de la construcción, fotógrafo, taxidermista, toca la guitarra y el piano y actualmente regenta la firma de camisetas 444sport, dirigida a los amantes de la pesca. «Mi primer viaje a Europa fue a Córdoba para tocar la guitarra flamenca con el maestro Paco Serrano», explica en un español de acento mixto latino y cordobés, «vine en mayo y todo el mundo me decía, ‘¿has venido para la Feria?’, pero yo no sabía lo que era eso», cuenta, así que decidió investigar. Desde entonces, ha vuelto más de una docena de veces, siempre en la misma época, para fotografiar lo que ve en El Arenal. Autodidacta nato, cuando vino la primera vez traía una cámara de turista, pero ha ido aprendiendo técnica con ayuda de un fotógrafo amigo de Córdoba, «un maestro fabuloso que me hizo las fotos de mi disco de guitarra», y ahora trae un equipo profesional e incluso se ha ganado la vida su país con la fotografía. «Si ves las imágenes de estos años, la Feria no ha cambiado tanto, pero sí las personas, los trajes, siempre hay algo novedoso, como los tatuajes que llevan muchas mujeres vestidas de gitana, eso me ha llamado la atención esta vez, antes no se veía».

Si se lo encuentran por la Feria, verán que suele ir solo, con los ojos bien abiertos, y su cámara. «Yo no bebo ni fumo ni bailo la música de aquí, sí la salsa porque mi mujer es colombiana, pero me gusta pasear por El Arenal y empaparme de la cultura y las tradiciones, me fascina esto», asegura convencido. Una conversación con Juan Rubio acaba subiendo la moral de cualquier cordobita de esos que practican la autocrítica destructiva porque para él Córdoba es belleza en estado puro. «He estado en Madrid, en Málaga, en Sevilla, en Barcelona, pero como Córdoba no hay nada», sentencia rotundo. De hecho, cuando se casó trajo a su mujer de luna de miel aquí y su hijo mayor, Christian Vicente, se llama así en honor al guitarrista cordobés Vicente Amigo, al que admira profundamente.

También le gustan los toros y la última vez que vino estuvo en el callejón de Los Califas haciendo fotos para una revista de New Jersey. «He visto corridas de toros en México, pero no tiene nada que ver con lo de aquí, esto es elegante, una maravilla, lo de allí es algo feo», dice convencido. Aunque ha nacido a miles de kilómetros, confiesa que tiene el corazón partido entre New Jersey y Córdoba. «Si pudiera, viviría con mi familia la mitad aquí y la mitad allí, al principio cuesta conocer personas en Córdoba, pero ahora tengo grandes amigos».