AYUDANDO A LOS ARNDT. La familia de Ruth era muy conocida en el barrio de Berlín donde su padre, el doctor Arthur Arndt, ejercía como médico. El doctor Arndt se consideraba un buen alemán, había luchado por su país en la I Guerra Mundial y había sido condecorado por ello. Como profesional era respetado, pero como cualquier otro judío en la Alemania nazi, su vida y la de su familia estaban en peligro.

En 1942, vivían en Berlín unos 33.000 judíos. La mayoría trabajaban en fábricas de material de guerra para los nazis. Erich Arndt, el hijo de 19 años del doctor Ardnt, era uno de ellos. Erich había oído los rumores sobre lo que los nazis habían comenzado a hacer con los judíos. Impulsado por su juventud, fue él quien convenció a su familia para dejar atrás todo rastro de su vida anterior y esconderse a la espera de tiempos mejores.

Desde 1941 los judíos tenían prohibido salir de Alemania, por lo que la única opción era ocultarse. Los Arndt encontraron entre sus antiguos amigos, los pacientes del doctor y algunos vecinos, la ayuda necesaria para sobrevivir ocultos en Berlín durante dos largos años. En ese tiempo, pudieron comprobar que no todos los alemanes eran fervientes seguidores del Fürher y que, a pesar del miedo y la amenaza de una muerte segura para quien ayudase a los judíos, había personas que, independientemente de su situación e ideología, estaban dispuestas a arriesgar la vida por sus semejantes.

Así fue cómo Ruth conoció a la familia Ruiz Santaella. Gertrud Neuman era una costurera judía que trabajaba en la casa de Diedersdorf donde vivían los Santaella, escondida por la familia. Cuando supo que Carmen estaba buscando una niñera, pensó en Ruth. Gertrud había sido paciente del doctor Arndt y sabía que él y su familia se escondían en Berlín. Así que contactó con Ruth y le concertó un encuentro con José Ruiz Santaella en el hall del Adlon, un prestigioso hotel berlinés. Ruth sabía que era peligroso, pues el Adlon era frecuentado por oficiales de la SS. Así que eligió cuidadosamente su vestuario y arrancó de su abrigo la estrella amarilla.

Recuerda a José Ruiz Santaella como un señor distinguido, alto y con el pelo negro, a quien reconoció de inmediato. La conversación duró sólo unos minutos. José la contrató y una semana después Ruth se instaló en la casa de los Santaella para cuidar de los pequeños. Para ocultarse del resto del personal cambió su identidad, siempre con la complicidad de los Santaella. “Había que tener mucho cuidado. Entre el servicio había un par de heil Hitler”, recuerda Carmen para referirse a dos sirvientas simpatizantes de los nazis. Al poco tiempo, la familia contrató a una cocinera; era la madre de Ruth, que seguía escondida en Berlín. Así, José y Carmen ocultaban a tres mujeres judías, con identidades falsas, que estaban muertas de miedo. “Cada vez que un uniforme se acercaba a casa se escondían en el primer lugar que encontraban. Alguna vez se asustaron hasta de ver al cartero, porque iba de uniforme”. Carmen también recuerda cómo en su intento de pasar desapercibidas, Ruth y su madre debían simular que no se conocían, para que nadie sospechase de su parentesco.

Los meses que Ruth estuvo con los Santaella fueron los mejores de los dos largos años que pasó escondida en Berlín. Pero conforme avanzaba la guerra, la vida en Berlín era cada vez más peligrosa. Los Santaella dejaron Alemania a finales de 1944, cuando la suerte del III Reich ya estaba echada. “El embajador dijo a mi marido que debíamos irnos, pues era el único miembro de la embajada con mujer e hijos, toda la familia corría un grave riesgo en Berlín”. Cuando Carmen conoció la noticia, intentó convencer a su esposo para que Ruth les acompañase, aunque tuvieran que esconderla en el maletero del coche. Al final, todos decidieron que sería demasiado peligroso. Si descubrían a Ruth no sólo acusarían a los Santaella sino que podrían encontrar al resto de la familia Arndt y a los judíos que se escondían con ellos en Berlín. Los Santaella se trasladaron a Suiza, y perdieron todo contacto con la joven Ruth, con su madre y con la señora Neuman. Cuando en abril de 1945 los soldados del Ejército Rojo que conquistaron Berlín descubrieron a Ruth y su familia, siete personas en total, se trataba del mayor grupo de judíos alemanes que había logrado sobrevivir oculto en el corazón del Tercer Reich.

EL JARDÍN DE LOS JUSTOS DE YAD VASHEM. En el Jardín de los Justos del memorial Yad Vashem de Jerusalén, un olivo recuerda a los cordobeses José Ruiz Santaella y a Carmen Schrader. Años después de la guerra, el testimonio de Ruth sirvió para incluir sus nombres junto al de otros 20.757 gentiles que ayudaron a judíos durante el Holocausto. El más conocido es Oscar Schindler, sobre todo tras la película de Spielberg. Además de los Santaella, Ángel Sanz Briz, encargado de negocios en el consulado español de Bucarest, es el tercer español distinguido por Yad Vashem. De los tres, sólo Carmen, de 92 años, vive en la actualidad.

Reportaje publicado en el suplemento Zoco, de Diario Córdoba, el domingo 15 de mayo del 2005