Si los ladrones venidos del Este hubieran anticipado su fechoría una semana, el Athletic Club estaría todavía esperando rival en la Copa. Vamos, que no se hubiese podido jugar el Córdoba-Rayo. Los ladrones sabían lo que hacían: ni tocaron el cable que los podía dejar fritos ni el que no les servía para nada. Y lo hicieron con tranquilidad, porque El Arcángel, de noche, está vendido. No es precisamente el fortín que, en lo deportivo, construyen Lucas y los suyos.